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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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—Christian, dímelo.—La policía ha encontrado… cosas en la furgoneta. —Se detiene de nuevo y me aprieta con más fuerza.—¿Qué cosas?Permanece callado unos segundos y yo abro la boca para animarle a seguir, pero él empieza a hablar por supropia voluntad.—Un colchón, suficiente tranquilizante para caballos para dormir a una docena de equinos y una nota. —Su voz ha ido bajando hasta convertirse en apenas un susurro y noto que le embargan el horror y la repulsión.Maldita sea…—¿Una nota? —Mi voz suena igual que la suya.—Iba dirigida a mí.—¿Y qué decía?Christian niega con la cabeza para decirme que no lo sabe o que no me va a revelar lo que ponía.Oh.—Hyde vino aquí ayer con la intención de secuestrarte. —Christian se queda petrificado y con la caratensa. Cuando lo dice recuerdo la cinta americana y, aunque ya lo sabía, un escalofrío me recorre todo elcuerpo.—Mierda —murmuro.—Eso mismo —responde Christian, todavía tenso.Intento recordar a Jack en la oficina. ¿Siempre estuvo loco? ¿Cómo ha podido seguir adelante con algo así?Vale, era un poco repulsivo, pero esto es una locura…—No entiendo por qué —le digo—. No tiene sentido.—Lo sé. La policía sigue indagando y también Welch. Pero creemos que la conexión tiene que estar enDetroit.—¿Detroit? —Le miro confundida.—Sí. Tiene que haber algo allí.—Sigo sin comprender…Christian levanta la cabeza y me mira con una expresión inescrutable.—Ana, yo nací en Detroit.

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