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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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Dejo el maletín en el pasillo y me dirijo al salón. La señora Jones está cocinando.—Buenas noches, señora Grey.—Hola, señora Jones —le respondo y me voy derecha al frigorífico y saco la botella de vino blanco.Christian me sigue hasta la cocina y me observa como un halcón mientras saco una copa del armario. Se quitala chaqueta y la deja sobre la encimera—. ¿Quieres una copa? —le pregunto amablemente.—No, gracias —dice sin apartar los ojos de mí y sé que se siente indefenso. No sabe qué hacer conmigo.Por una parte es cómico y por otra, trágico. ¡Bueno, que le den! Me está costando encontrar mi partecompasiva desde nuestra reunión de esta tarde. Se quita lentamente la corbata y después se desabrocha elbotón de arriba de la camisa. Me sirvo una copa grande de sauvignon blanc y Christian se pasa una mano porel pelo. Cuando me giro la señora Jones ha desaparecido. ¡Mierda! Era mi escudo humano. Le doy un sorboal vino. Mmm… Está muy bueno.—Deja de hacer esto —me susurra Christian. Da los dos pasos que nos separan y se queda de pie delantede mí. Me coloca el pelo detrás de la oreja con cariño y me acaricia el lóbulo de la oreja con la punta de losdedos, lo que me provoca un estremecimiento. ¿Es eso lo que he estado echando de menos todo el día? ¿Sucontacto? Sacudo la cabeza, lo que hace que tenga que soltarme la oreja. Se me queda mirando—. Háblame—me pide.—¿Y para qué? Si no me escuchas…—Sí que te escucho. Eres una de las pocas personas a las que escucho.Le doy otro sorbo al vino.—¿Es por lo de tu apellido?—Sí y no. Es por cómo has tratado el hecho de que discrepara contigo. —Le miro esperando que seenfade.Frunce el ceño.—Ana, ya sabes que tengo… problemas. No me resulta fácil soltarme en las cosas que tienen que vercontigo. Ya lo sabes.—Pero yo no soy una niña ni uno de tus activos.—Lo sé —suspira.—Entonces deja de tratarme como si lo fuera —le suplico.Me acaricia la mejilla con el dorso de los dedos y recorre la línea de mi labio inferior con la yema delpulgar.—No te enfades. Eres muy valiosa para mí. Como un activo que no tiene precio, como un niño —me dicecon una expresión sombría y reverente al mismo tiempo en la cara. Sus palabras me han distraído. Como unniño… Valioso como un niño… Un niño sería algo precioso para él.—Pero no soy ninguna de esas cosas, Christian. Soy tu esposa. Si te sentías dolido porque no iba a utilizartu apellido, deberías habérmelo dicho.—¿Dolido? —Vuelve a fruncir el ceño todavía más y sé que está considerando la posibilidad en su mente.Se yergue bruscamente, con el ceño aún fruncido, y le echa un vistazo a su reloj—. La arquitecta va a veniren menos de una hora. Deberíamos cenar.Oh, no… Gruño para mí. No me ha contestado a la pregunta y ahora tengo que vérmelas con Gia Matteo.

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