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tercer libro Cincuenta sombras liberadas

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cuando mi lengua se encuentra con la suya, su cuerpo se revuelve contra el mío.—No —susurra contra mis labios y se aparta—. Voy a lavarte para que quedes limpia.Su expresión es seria. Maldita sea… Lo dice en serio. Hago un mohín y el ambiente entre nosotros se relajaun instante. Me sonríe y me da un beso breve.—Limpia —repite—. No sucia.—Me gusta más sucia.—A mí también, señora Grey. Pero ahora no, aquí no. —Coge el champú y antes de que pueda persuadirlede otra cosa, empieza a lavarme el pelo.También me gusta estar limpia, la verdad. Me siento fresca y revitalizada y no sé si es por la ducha, por elllanto o por la decisión de dejar de agobiar a Christian. Él me envuelve en una toalla grande y se rodea lacadera con otra mientras yo me seco el pelo con cuidado. Me duele la cabeza, pero es un dolor sordo ypersistente que se puede soportar. La doctora Singh me ha dado más analgésicos, pero me ha dicho que nome los tome a no ser que sea absolutamente necesario.Mientras me seco el pelo, pienso en Elizabeth.—Sigo sin entender por qué Elizabeth estaba involucrada con Jack.—Yo sí —murmura Christian con mal humor.Eso es nuevo para mí. Le miro con el ceño fruncido, pero me distrae. Se está secando el pelo con una toallay tiene el pecho y los hombros todavía húmedos con gotas de agua que brillan bajo los halógenos. Para unmomento y me sonríe.—¿Disfrutando de la vista?—¿Cómo lo sabes? —le pregunto intentando ignorar que me ha pillado mirándole fijamente.—¿Que te gusta la vista? —bromea.—No —digo con el ceño fruncido—. Lo de Elizabeth.—El detective Clark lo dejó caer.Le miro con una expresión que dice «cuéntamelo». Vuelve a la superficie otro molesto recuerdo de cuandoestaba inconsciente. Clark estuvo en mi habitación. Ojalá me acordara de lo que dijo.—Hyde tenía vídeos. Vídeos de todas, en varias memorias USB.¿Qué? Frunzo tanto el ceño que empieza a tirarme la piel de la frente.—Vídeos de él follando con ella y con todas sus ayudantes.¡Oh!—Exacto. Las chantajeaba con ese material. Y le gusta el sexo duro. —Christian frunce el ceño y veo quepor su cara cruza la confusión y después el asco. Palidece cuando ese asco se convierte en odio por sí mismo.Claro… A Christian también le gusta el sexo duro.—No. —La palabra sale de mi boca antes de que pueda detenerla.Su ceño se hace más profundo.—¿No qué? —Se queda parado y me mira con aprensión.—Tú no te pareces en nada a él.Los ojos de Christian se endurecen pero no dice nada, lo que me confirma que eso era exactamente lo que

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