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La bruja negra

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Dice las palabras. Son pocas, y yo vuelvo a sentirme orgullosa y feliz de nuevo.

Aunque son en otro idioma y me suenan muy raras, son fáciles de repetir. Lo voy a

hacer muy bien y él me abrazará y quizá incluso me dé alguna de las galletas de

melaza que le he visto guardarse en el chaleco antes de salir de casa.

Estiro el brazo con decisión y apunto con mi palito a la vela, tal como él me ha

pedido que haga. Noto su presencia justo detrás de mí, me observa con atención para

comprobar si le he entendido.

Abro la boca y empiezo a pronunciar esas palabras extrañas.

En cuanto digo las palabras algo cálido y tembloroso me sube por las piernas

procedente del suelo que tengo bajo los pies.

Algo que viene de los árboles.

Me recorre una poderosa oleada de energía en dirección al palo. Siento un tirón

en la mano y veo un destello cegador. Una explosión. Sale fuego de la punta del palo.

De pronto, los árboles que nos rodean están envueltos en llamas. Hay fuego por todas

partes. El sonido de mis gritos. Los árboles gritan en mi cabeza. El aterrador rugido

del fuego. Alguien me quita el palo de la mano y lo tira. Mi tío me coge en brazos,

me pega a su pecho y huye del fuego a toda prisa mientras el bosque se desmorona a

nuestro alrededor.

Después de eso, mi percepción del bosque cambia.

Noto cómo los árboles se apartan y me siento incómoda. Y empiezo a evitar la

naturaleza.

Con el tiempo, ese recuerdo de la infancia empieza a ser cada vez más borroso.

—Solo es un sueño —dice mi tío consolándome cuando la escena del incendio

regresa a mí en la espesura de la noche—. De aquella vez que te metiste en el bosque

durante una tormenta eléctrica. Piensa en cosas bonitas y vuelve a dormir.

Y yo le creo, porque él me quiere y nunca me ha dado ningún motivo para no

creerle.

Incluso el bosque parece repetir sus palabras. «Vuelve a dormir», susurran las

hojas en el viento. Y con el tiempo el recuerdo se desvanece, como una piedra

hundiéndose en el fondo de un pozo profundo y oscuro.

En el reino de las pesadillas sombrías.

Catorce años después…

Página 10

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