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La bruja negra

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—¡Preparaos! —ordena Diana transformando las manos en garras y levantando

un brazo al tiempo que suelta un rugido.

Un dragón aparece en nuestro claro haciendo batir las alas. Jadeo y me encojo

detrás de Yvan mientras veo pasar las flechas que rebotan contra el cuello de la

bestia. La criatura se concentra inmediatamente en Diana, ladea su horrenda cabeza y

sisea enseñándole sus asesinos y puntiagudos dientes.

La lupina se abalanza sobre él y consigue darle un buen golpe en la cabeza. El

impacto tira el dragón al suelo con gran estruendo. De pronto, y sorprendentemente

rápido, Diana se sube al dragón, lo coge del cuello y se lo retuerce con un crujido. La

criatura se desploma en el suelo y se queda lacia, soltando una espuma negra por la

boca.

Jarod y Diana miran hacia arriba. Dos dragones más llegan volando al claro.

Aterrizan doblando los árboles hacia atrás con el impacto de sus alas, se rompen

algunas ramas que caen al claro.

Yvan se lanza sobre mí y me tira al suelo. Nos caen encima algunas ramas. Las

flechas pasan silbando desde varias direcciones, y una de ellas se clava en el tronco

del árbol que tengo detrás haciendo un ruido sordo.

—¡No te levantes! —aúlla Yvan levantándose de encima de mí y poniéndose en

cuclillas.

Un destello de acero brilla entre el ataque de los dragones y oigo a Andras soltar

un taco y levantar el labrys. Se oye un golpe metálico, un terrible rugido que hace

temblar el suelo, el silbido de más flechas, el rugido de Diana al matar otro dragón.

Se desata el caos, algunos dragones caen desplomados y se convulsionan en el suelo,

a continuación aparece otro más con una expresión de furia voraz.

Trystan apunta a la bestia con la varita cuando se le acerca. De la punta de la

varita brota una poderosa ráfaga de fuego. La oleada de fuego envuelve al dragón y la

lanza hacia donde estamos Yvan y yo.

De pronto nos cae una cascada de agua que apaga el fuego y me congela hasta los

huesos. Me siento y me froto los ojos atragantándome con el humo rancio.

Veo que Tierney está apagando las llamas que trepan por la capa de Andras con

otra ráfaga de agua que proyecta con sus manos, mientras Andras desclava el labrys

del cuello del dragón.

—¿Qué estás haciendo? —le grita Diana a Trystan—. ¡Deja de quemarnos a

todos!

—Perdona —le dice Trystan a Andras con la voz temblorosa.

—¡El fuego no les hará nada! —le aúlla Yvan pasándose las manos por el pelo

muy frustrado—. ¡Son dragones!

De improviso, aparece otro dragón del cielo que aterriza delante de mí y de Yvan.

Yo retrocedo hacia el bosque e Yvan salta sobre la criatura.

Presa del pánico noto un suave crujido a mi izquierda. Me vuelvo y veo la cabeza

de un dragón asomando por la vegetación. Está inmóvil y me mira fríamente con sus

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