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La bruja negra

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Jarod deja el tapiz en el suelo y lo desenrolla con cuidado. Es grande, se podría

utilizar para decorar una pared bastante extensa, y las imágenes que representa son

etéreas, de pájaros blancos volando por un campo de verano. Muevo la cabeza y me

fascina descubrir que los pájaros se desplazan conmigo agitando las alas arriba y

abajo con elegancia.

Vigilantes.

Aislinn y Jarod siguen desenrollando los demás tapices muy entusiasmados

mientras yo me quedo mirando los pájaros marfileños.

Wynter se acerca a mí en silencio.

—Los he visto —le digo en voz baja.

—Ya lo sé —contesta. Me mira preocupada—. No es bueno verlos, Elloren

Gardner.

—¿Por qué?

—Los iluminados del sanctasanctórum así lo han estimado. Son mensajeros de

los iluminados. Solo los bienaventurados pueden mirarlos. Porque es una blasfemia

que las miradas impuras se posen en ellos.

Me sorprende lo extraña que me resulta su fe y lo raro que me suena todo lo que

dice.

—¿Y creen que eres impura?

Wynter agacha la cabeza con tristeza.

—Todos los ícaros son impuros. Los desterraron por su maldad.

Siento una punzada de rabia.

—¿Pero de dónde sale todo esto? ¿Por qué se considera malvados a los ícaros?

Me abruma que su religión predique los mismos prejuicios que la nuestra.

Wynter me está mirando fijamente, como si la verdad de todo el asunto estuviera

grabada en piedra.

—Porque quieren abandonar el sanctasanctórum para ir al reino de los malignos.

Está escrito en nuestros libros sagrados. —Wynter agacha los hombros y mira los

pájaros de su tapiz con añoranza—. Ya sé que no debería esculpir a estos mensajeros,

ni pintarlos… pero me parecen preciosos. Ya sé que es una blasfemia siquiera decirlo,

pero siento su llamada. —A Wynter se le apaga la voz y habla muy flojito—. Son mi

musa —dice como si estuviera confesando algún crimen atroz e imperdonable.

Contemplo los tapices presa de un impulso repentino.

—Deberíamos colgarlos.

Wynter se sobresalta. Niega con la cabeza totalmente disconforme.

—No, Elloren Gardner. Mi trabajo no puede estar expuesto en una galería.

—No me refiero a la galería, sino a la Torre Norte.

Me mira con preocupación.

—Contaminará cualquier espacio. Sería una maldición para…

—No, Wynter —la interrumpo con delicadeza—. Estas obras de arte no se

hicieron para terminar arrinconadas en un almacén. Además, los tapices nos ayudarán

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