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La bruja negra

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Secuelas

La conciencia me va y me viene, apenas me doy cuenta de que Yvan me rodea

con los brazos, la cabeza me cuelga contra su hombro, y el horrible dolor de

la pierna se ha transformado en un pálpito doloroso que aumenta y

disminuye, una y otra vez, como el vaivén rítmico de las olas del océano. Noto el

sabor de la sangre en la boca y la huelo en el cuello de Yvan.

Y entonces me bajan, el aire que me rodea es húmedo y oigo mejor las voces

cuando me tumban sobre el frío suelo de piedra. Los veo borrosos a todos, algunos se

han agrupado a mi alrededor. Por un momento consigo ver el dragón que han traído

Diana y Jarod, sus escamas rozan el suelo de piedra de la cueva cuando lo dejan en el

suelo y su piel desprende olor a polvo y a humo de leña. Percibo el calor de su cuerpo

y se me desentumecen los músculos. El dolor aumenta. Doy un grito y veo unos

puntitos de luz blanca.

La voz de Yvan. Grita órdenes mientras yo me retuerzo de dolor. Me levantan la

ropa. Noto unas manos sobre la pierna. Más manos alrededor de mis brazos. Me

agarran con fuerza mientras yo intento soltarme.

—Ren. —Es la voz de Trystan, que me habla a mi espalda. Yo vuelvo a gemir—.

Tienes que intentar estarte quieta, Ren.

Grito como un animal salvaje cuando noto cómo el dolor de mil cuchillos me

atraviesa la pierna. Me doblo hacia las manos que me inmovilizan la pierna, el dolor

parece no terminar nunca.

Al final el dolor empieza a disminuir y vuelvo a ver con claridad, como si

estuviera emergiendo del agua, jadeando y asfixiada.

Yvan me está mirando muy aliviado, todavía me sujeta la pierna, pero el dolor se

ha convertido en una molestia. Me palpita la cabeza, la estancia empieza a girar, veo

borroso. Me desmorono sobre Trystan.

—Me has curado la pierna —digo maravillada.

Yvan sonríe con evidente alivio. Se sienta a mi lado mientras Trystan me coloca

algo blando debajo de la cabeza. Me acurruco aliviada.

—Has perdido mucha sangre —me informa Yvan con delicadeza.

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