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La bruja negra

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gatitos juguetones. La he visto controlando el vapor con los dedos. La he visto

sostener una esfera de agua en la mano.

Me he visto obligada a aceptar la verdad, porque no hay duda de que, igual que le

pasa a Gareth, Tierney y yo tenemos la sangre contaminada.

Tenemos sangre fae.

Nos quedamos mirando un buen rato y compartimos un silencio tenso.

—¿Te has dado cuenta de que tú y yo somos las únicas de la clase que no

llevamos brazaletes blancos? —se aventura a preguntar Tierney.

Cada vez hay más estudiantes gardnerianos que han empezado a llevar esos

brazaletes blancos en señal de apoyo a la candidatura de Marcus Vogel como próximo

Gran Mago en el referéndum que se celebrará en primavera. Fallon Bane fue una de

las primeras en ponérselo. Yo no me decido a hacerlo, me da igual lo importante que

sea encajar. La idea de que Vogel se convierta en nuestro Gran Mago me provoca un

terror que no soy capaz de explicar.

—Bueno, yo no me meto en política —le digo con una despreocupación

impostada—. Eso es cosa de mi tía.

Tierney me mira esbozando una fría sonrisa burlona.

Su forma de mirarme me incomoda. Como si me estuviera juzgando y no tuviera

muy buena opinión de mí.

—Necesitaré tu ayuda con los tubos de ensayo —dice Tierney—. Para llevarlos,

quiero decir. Con esa joroba en la espalda solo puedo llevar unos cuantos.

Asiento ansiosa por cambiar de tema. Cojo el cuenco de polvos y lo vierto en el

sirope que hierve delante de nosotras. El intenso olor a cedro y ajo flota en el aire.

—Están en mi habitación —añade.

Se me escapa un sonido de incredulidad mientras me limpio el polvo de las

manos.

—No puedo ir a tu habitación. ¿Qué pasa si me ve Fallon?

—No te verá —afirma Tierney negando con la cabeza—. La mayoría de noches

tiene instrucción militar. —Me mira con complicidad—. Entrenamiento con armas.

Se me escapa una carcajada oscura.

—Vaya, ¿solo armas? Así estará bien entrenada cuando venga a asesinarme.

Tierney alza una de sus pobladas cejas y me mira un buen rato. Como si estuviera

esperando a que dejara de hacer bromitas.

Suspiro.

—No puedo toparme con ella, Tierney.

—Fallon es una fanática de sus horarios —comenta Tierney con seguridad—.

Todavía tardará unas horas en volver. Estoy segura.

Me quedo mirando a Diana Ulrich y parpadeo.

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