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La bruja negra

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acurrucada en mi cama al lado de Aislinn, con los ojos desorbitados y muerta de

miedo. Aislinn está pálida y ojerosa, como desorientada.

—No sabía que estabas aquí —le digo a mi amiga desconcertada por su expresión

—. ¿Qué pasa?

—El Consejo de Verpacia ha hecho circular una resolución en solidaridad con

Marcus Vogel —comenta Aislinn con un hilo de voz.

Se me apelmaza el pecho. Miro a mi alrededor en busca de Wynter y la encuentro

casi fundida entre las sombras. Está encogida contra el alféizar de la ventana

rodeándose con sus alas negras y con una expresión abatida en el rostro.

—¿Qué ha pasado? —pregunto cada vez más temerosa.

Wynter mira hacia la mesa y veo el pergamino oficial.

—Estaba pegado a la puerta —dice la Ícara con desespero—. El nuevo Consejo

de Verpacia… Han… han hecho cambios.

Trago saliva nerviosa notando unos pinchazos en la nuca. Me acerco a la mesa de

Wynter y cojo el rollo de pergamino.

Es una notificación oficial del Consejo de Verpacia. Todos los ícaros deben

regresar a sus países de origen en cuanto termine el año lectivo. Y ya no tendrán

permitido ingresar en ningún gremio ni acceder a la documentación necesaria para

trabajar aquí.

—¿Cómo han conseguido que dos tercios del Consejo de Verpacia voten a favor

de esto? —le pregunto a Aislinn haciendo ondear el comunicado en el aire—. Los

gardnerianos solo tienen mayoría simple.

—Se han envalentonado con la elección de Vogel y el resto de miembros del

Consejo están asustados. Quieren apaciguar a los gardnerianos —contesta.

Wynter se echa a llorar.

Ariel tendrá que volver a Gardneria. Donde la ingresarán en el Manicomio de

Valgard. Y a Wynter la enviarán de vuelta a las tierras Alfsigr, donde su pueblo está

debatiendo si deberían o no ejecutar a los suyos.

El pánico que siento empieza a transformarse en cólera. Maldigo y lanzo la

mochila contra la pared. A Marina se le escapa un grito y yo me siento culpable. Me

dejo caer en la cama, me tapo la cara con las manos y me obligo a respirar.

«Más de mil dragones».

Cuando vuelvo a levantar la cabeza, veo una hilera de seis vigilantes muy

afligidos. Están posados en la viga que queda por encima de Wynter, con las alas

plegadas y las cabezas gachas.

Desaparecen cuando los sollozos de Wynter se convierten en un lamento grave y

poderoso.

Abrazo a Aislinn en el descansillo de la Torre Norte cuando se marcha.

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