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La bruja negra

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Prólogo

—N

o podemos permitir que la Bruja Negra tenga la Varita Blanca.

—La Varita Blanca elige su propio camino. Ya lo sabes, Kam.

Interferir sería cortejar el desastre.

Las dos mujeres están en la torre vigía que hay a la entrada de Verpax. Observan,

a través de las ventanas abovedadas, cómo un elegante carruaje toma la carretera

serpenteante que conduce a la universidad. Los caballos del carruaje avanzan

despacio con las cabezas gachas debido a la lluvia y al viento.

De vez en cuando se oye el rugir de algún trueno a lo lejos.

Una de las mujeres, una habitante de Gardneria, viaja muy apacible y relajada,

desde fuera se ven sus ojos de color verde oscuro rodeados por unas gafas doradas,

con los que observa todo lo que hay al otro lado de la ventana con enrejado de

diamante, y lleva la melena negra recogida en un moño pulcro.

La segunda mujer, una hechicera vu trin, va ataviada con un uniforme negro

salpicado de brillantes runas azules. Una serie de estrellas metálicas afiladas asidas al

pecho y dispuestas en diagonal, y un par de espadas curvas a los costados completan

la indumentaria. Tiene los ojos oscuros, la piel muy morena y lleva la melena lisa

recogida en una trenza de cordón, como es costumbre entre las soldados vu trin.

—Si es ella de verdad, tenemos que acabar con su vida de inmediato —afirma la

hechicera con firmeza—. Antes de que tome conciencia del poder que tiene. Y

mientras todavía estemos a tiempo.

Vuelve a clavar su fría mirada en el carruaje cuando un relámpago corta el cielo y

se refleja en el acero de sus armas.

La mujer de Gardneria levanta una mano a modo de relajada protesta mientras

observa el carruaje. El trueno ruge sobre sus cabezas.

—Paciencia, Kam. Paciencia. Tenemos que darle una oportunidad a la chica.

La hechicera vuelve la cabeza con aspereza hacia su compañera.

—¿Has olvidado la Profecía?

—La Profecía es confusa. La chica tiene una elección, como todos nosotros. Su

futuro no está decidido. Quizá no elija el camino de la oscuridad.

—¿Y qué hay de la abuela de la chica? ¿Qué me dices de ella? —La hechicera

adopta una expresión dura—. Ella también fue una muchacha, ¿no? Una chica con

una elección. ¡Una chica que eligió asesinar a mi pueblo!

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