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La bruja negra

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Las personas que tengo delante se van apagando y desaparecen hasta que solo

estamos yo, el violín, el piano y el árbol.

Y entonces dejo de utilizar el piano como red de seguridad y despego, ahora mis

manos están firmes y seguras, y la música remonta. Sigo tocando la bella melodía,

incluso cuando el piano se apaga y deja que yo me sumerja en el solo de violín que

reina en el corazón de la pieza.

Se me saltan las lágrimas cuando la melodía llega al crescendo, la música me

atraviesa. La dejo fluir, por la madera del arco, por la madera del violín, mientras yo,

con mucha suavidad y elegancia, llevo la pieza hasta su triste final.

Bajo el arco con los ojos todavía cerrados, el salón sigue en absoluto silencio

durante un dichoso y mágico momento.

Después el público se deshace en un ruidoso y entusiasta aplauso.

Abro los ojos y la multitud se reúne a mi alrededor, los miembros de la pequeña

orquesta me regalan un sinfín de felicitaciones y elogios.

Pero quizá el mayor indicativo de la calidad de mi actuación se refleja en el rostro

de Fallon Bane. Está allí de pie, con la boca abierta y expresión horrorizada, mientras

sus amigos me miran con creciente aprobación.

Me vuelvo para ver quién es mi salvador al piano, y me quedo sin aliento al verle.

Es, de lejos, el joven más guapo que he visto en mi vida; posee unos rasgos

fuertes muy marcados, viste el elegante uniforme de los soldados de Gardneria y

tiene unos ojos verdes absolutamente cautivadores.

Y me está sonriendo.

Adivino quién es sin necesidad de que me lo presente nadie.

Lukas Grey.

Se levanta del banco del piano de un fluido y elegante movimiento. Es alto, tiene

los hombros anchos, el cuerpo esbelto de un atleta nato y los movimientos

controlados de una pantera. Y en las mangas de su túnica militar luce las cinco franjas

plateadas.

Cuando se acerca a mí, Fallon Bane aparece automáticamente a su lado, enlaza el

brazo con el suyo con actitud territorial y me lanza una mirada amenazadora.

Lukas mira el brazo de Fallon con sorprendida diversión y después vuelve a

mirarme y arquea una ceja negra, como si fuéramos un par de viejos amigos que

estuvieran compartiendo un chiste privado. De pronto mi tía aparece al otro lado de

Lukas y se concentra en Fallon con una agradable pero calculadora expresión en el

rostro.

—Fallon, querida —canturrea—, el sacerdote Vogel y yo necesitamos hablar

contigo.

Fallon se pone pálida y adopta una expresión de auténtico pánico mientras sus

ojos se pasean entre Lukas y yo, y después se posan sobre mi tía. Abre la boca como

si quisiera protestar, pero no le sale nada. Lukas sigue mirándome con esos increíbles

ojos, está claro que la situación le parece muy divertida.

Página 80

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