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La bruja negra

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Auralie, una chica corpulenta con un moño despeinado, tiene una mirada parecida a

la de Ariel, aunque no igual. Y su bebé parece nervioso y demasiado enjuto.

Es fácil relacionar a los otros niños con sus correspondientes madres. Elijo a los

niños que van mejor vestidos y se portan bien y los relaciono mentalmente con

Lisbeth. Y con Auralie relaciono a los gemelos desaliñados y nerviosos.

—Conocemos bastante a tu tía —me explica Lisbeth sonriendo—. Es una gran

aliada de nuestro padre en el Consejo de Magos, están de acuerdo prácticamente en

todo.

Me pongo tensa al oírle mencionar a mi tía Vyvian, y me pregunto cuando se

cansará de enviar cartas y regalos esporádicos para conseguir que me comprometa.

Temo que solo es cuestión de tiempo que cambie de táctica para convencerme.

—¡Tía Linnie! —exclama la niña pequeña tirándole a Aislinn de la falda—.

¿Cuándo vas a venir a visitarnos? ¡Tenemos una gatita!

Aislinn le pone la mano en el hombro y le sonríe.

—Eso es maravilloso, Erin. Ya sabes que me encantan los gatos.

—Te he hecho tus galletas preferidas, Linnie. —Lisbeth aparta un trapo azul que

cubre la cesta de mimbre que lleva—. Puedes coger las que quieras, Elloren.

A Aislinn se le tensa la sonrisa tanto como a mí cuando vemos las galletas

tradicionales de Gardneria. Tienen forma de alas de ícaro. Antes de comerlas es

costumbre partir las alas por la mitad simbolizando la ruptura de las alas de los

malignos por parte de los Primeros Hijos. He comido esas galletas miles de veces y

he seguido el ritual sin pensar. Ahora solo puedo pensar en Wynter. Y en Ariel

también, que pasó su infancia metida en una jaula.

Los niños cogen sus galletas y las parten por la mitad con gran alboroto.

—Seguro que yo hago más ruido que tú —desafía Erin a uno de los chicos.

Después rompe las alas con un chasquido.

Aislinn esboza una mueca de dolor al percibirlo. Me mira con preocupación y

después abre los ojos sorprendida. Está mirando algo que está detrás de mí, y está

blanca como la tiza.

Me doy media vuelta con curiosidad.

Es Jarod, que nos mira apoyado en una pared.

Las hermanas de Aislinn enseguida advierten la mirada inquieta de su hermana,

dejan de sonreír y miran hacia donde ella está mirando.

—Ese es… —susurra Lisbeth horrorizada— ¿el chico lupino?

Auralie jadea y ambas hermanas se tocan la cabeza, después el corazón y

murmuran una plegaria que conozco muy bien:

Oh, santísimo Gran Ancestro, purifica nuestras mentes, purifica

nuestros corazones, purifica Erthia. Protégenos de la mancha de los

malignos.

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