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La bruja negra

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En su atractivo rostro se dibuja una sonrisa serena. Me mira de arriba abajo.

—No, no me siento aliviado —dice con suavidad—. Ahora que ya no estás sucia,

creo que es una lástima que no estemos comprometidos.

Trago saliva y me arde la cara. Lo tengo muy cerca. Dejo deslizar la mirada por

su pecho hasta la impecable varita que lleva prendida a la cintura. Recuerdo la bola

de hielo de Fallon.

—Hazme una demostración —le digo señalando la varita—. Demuéstrame tus

poderes.

Mientras me mira esboza una lenta sonrisa. Coge la varita con agilidad. La sujeta

con suavidad, da un paso atrás y me señala con ella, murmura unas palabras en la

Lengua Antigua, respira hondo y se estira, como si estuviera extrayendo el poder de

sus pies.

De la punta de la varita salen unas líneas negras que se acercan a mí.

Jadeo cuando las veo enroscarse alrededor de mi cuerpo. Al principio siento una

presión débil, como si me hicieran cosquillas, como un juego.

Y entonces aprietan.

Me resulta imposible resistirme cuando noto que las líneas se me enroscan con

fuerza a la cintura, a los brazos y las piernas. Sentirme completamente a su merced

me resulta excitante y desconcertante al mismo tiempo. Lukas tira de mí y mis pies

resbalan por la hierba hasta que estoy justo delante de él. Y entonces agita la muñeca

y las líneas negras se disipan mientras me rodea con los brazos.

—Es increíble —susurro asombrada.

Lukas sonríe y me besa.

Cuando Lukas me acompaña hasta la Torre Norte ya es tarde.

Me lo quedo mirando mientras se marcha y observo cómo cruza el campo en

dirección a las luces brillantes de la ciudad universitaria con la capa agitándose a su

espalda como si se tratara de un par de alas negras.

Levanto la mano y me toco la boca sin darme cuenta, todavía tengo los labios

calientes e hinchados de sus apasionados besos. Pero mi arrebato empieza a

esfumarse en cuanto Lukas desaparece de mi vista.

Presa de una resolución oscura, respiro hondo, me doy media vuelta y entro en la

torre.

Cuando entro en mi habitación la estancia está oscura y ellas ya están allí

esperándome. Veo la silueta de Ariel acuclillada debajo de la ventana igual que la

noche anterior. Wynter está acurrucada en su cama, con aspecto de querer estar en

cualquier parte menos donde está, y sus ojos plateados asoman rebosantes de pánico

por encima de sus alas.

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