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La bruja negra

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Está todavía más rojo que antes, y me está mirando con una intensidad ardiente

que me vuelve a descentrar.

Traga saliva con fuerza mirándome fijamente.

—Debería… marcharme.

Yo asiento confusa, sus ojos verdes me aceleran el pulso.

Me da el saco y sus cálidos dedos rozan los míos, después retrocede adoptando de

nuevo una actitud contenida y formal.

Cojo el saco con fuerza.

—Buenas noches, Yvan —me obligo a decir con las mejillas y el cuello

acalorados—. Gracias por la comida.

Guardamos silencio durante algunos tensos segundos.

—Buenas noches, Elloren.

Su voz es grave y cálida como la miel caliente.

Sus ojos se pasean por mi cuerpo con languidez. Después esboza una expresión

incómoda y levanta la cabeza de golpe con los ojos un poco abiertos, como si se

hubiera asustado. Y su mirada se vuelve confusa.

Me mira una última vez con su clásica intensa ferocidad y se marcha.

Cuando entro en la habitación todavía tengo el corazón acelerado.

El fuego arde con fuerza y en la habitación flota un brillo cálido y confortable que

enseguida me relaja.

Diana está tumbada en mi cama abrazando a la selkie, que se ha dormido. Ariel

está tendida en su cama desastrosa mirando con dureza a la selkie, como si estuviera

intentando echarla mentalmente, y Wynter está en cuclillas delante de la cama de

Ariel, y le está hablando en voz baja mientras le toca el brazo lleno de cicatrices.

Los ojos de Diana, muy despiertos y en alerta, me siguen mientras me quito la

capa de lana, la dejo en el colgador que nos ha instalado Jarod, y me siento en el

suelo junto a la cama apoyando el hombro en el colchón. Pienso que vamos a

necesitar más camas ahora que somos tantas viviendo aquí.

—¿Cómo está?

Advierto la expresión dolida de la selkie, a pesar de estar dormida.

—Parece muy cansada, pero ya no está tan asustada —contesta Diana—. Creo

que está empezando a darse cuenta de que aquí está segura, y que yo soy poderosa y

estoy de su parte.

Diana me sonríe, es esa sonrisa intimidante que dice: «soy la hija de un alfa» y

que siempre consigue erizarme el vello de la nuca.

—Yvan Guriel le ha traído un poco de comida. —Levanto la bolsa—. Pescado

seco.

Diana arruga la nariz.

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