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La bruja negra

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La gaceta del Consejo de Magos

Empleo todos los minutos que tengo libres en leer los libros de historia, pero

no tengo mucho tiempo, y además vivo angustiada por el miedo que me

provoca la inminente amenaza de muerte de Fallon y su hielo.

Me empapo de historia urisca mientras el sirope para la tos hierve delante de mí,

y leo cuidadosamente cómo los crueles fae utilizaron los elementos en contra de los

uriscos, arrasando pueblos enteros con violentos vientos huracanados y destrozando

las flotas pesqueras uriscas valiéndose de las tormentas.

Leo historia fae cuando debería estar memorizando fórmulas médicas, con sus

anécdotas sobre los bárbaros uriscos, y cómo los dragones con los que se aliaron

hicieron llover fuego sobre las ciudades fae y emplearon sus largas zarpas para acabar

con los niños de los fae. Y más adelante, leo sobre cómo sometieron a los crueles

invasores celtas antes de que pudieran arrasarles con sus armas de hierro.

Leo la historia celta mientras remuevo el pudin de melaza, con el libro apoyado

en un estante justo encima del fuego, e ignoro las espesas burbujas que asoman a la

superficie del pudin como si fueran las hambrientas bocas de los peces. Descubro que

los fae asaltaron las antiguas embarcaciones de los celtas, sometieron a sus

tripulaciones, separaron a las familias y los convirtieron en esclavos.

La información es tan contradictoria que tengo ganas de ponerme a gritar.

—Estás leyendo a Mikael Noallan —sentencia Yvan con brillo en los ojos y

parándose un momento después de haber dejado un montón de troncos junto a la

creciente pila que hay junto a mi cocina de leña.

Le lanzo una mirada desafiante. «Leo historia celta si me da la gana».

—El profesor Kristian me dejó algunos libros.

Yvan me mira fijamente y se me acelera el pulso.

—Ignora a la cucaracha —comenta Iris desde la otra punta de la cocina, y yo me

ofendo y me pongo tensa. «Déjala. Olvídate de ella». Yvan gira la cabeza.

—No la llames así.

Toda la cocina se queda en silencio, nadie se mueve. Yo me lo quedo mirando

sorprendida.

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