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La bruja negra

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Me mira como ofendida, después observa sorprendida la mano que le he tendido,

como si no supiera qué hacer con ella. Se coloca la melena sobre el hombro con un

gesto orgulloso y se levanta para ponerse delante de mí haciendo chirriar las patas de

la silla con fuerza al hacerlo. Carraspea ceremoniosamente.

—Yo me llamo Diana Ulrich, natural de la Manada Gerwulf —anuncia en voz

bastante alta—. Hija del macho alfa Gunther Ulrich, y de su mujer, la doctora

Daciana Ulrich, soy hermana de Jarod Ulrich y Kendra Ulrich, hija paterna de…

La profesora Volya deja de hablar y alza una de sus largas cejas negras

sorprendida. Me dan ganas de meterme debajo de la mesa. Diana Ulrich sigue

recitando los nombres de tres generaciones de su familia, como si fuera una reina

citando a los integrantes de todo su linaje noble, hasta que su hermano la interrumpe

en voz baja.

—Diana.

Se vuelve hacia él ofendida por la interrupción.

—¿Qué?

—Aquí no lo hacen así.

—¿El qué?

—Lo de nombrar a todos los ancestros al saludar.

Ella parpadea.

—¿Y por qué no? —dice al fin evidentemente sorprendida.

—No tienen esa costumbre.

La chica se cruza de brazos y suspira.

—Además —susurra su hermano haciendo señas hacia el frente de la clase, donde

la profesora Volya aguarda con actitud amenazante como si estuviera buscando la

manera más rápida de asesinar a Diana—, probablemente deberíamos prestar

atención.

—¿Por qué? —pregunta Diana como si fuera una niña mimada.

—Porque la clase ya ha empezado —le contesta alzando las cejas de forma

significativa.

Diana mira a la profesora Volya y al resto de alumnos con el ceño fruncido antes

de volver a sentarse en el taburete que tengo al lado. La profesora Volya le lanza una

última mirada severa antes de concentrarse en el resto de alumnos y retomar la

conferencia sobre técnicas de destilado.

Me sorprende que Diana se vuelva hacia mí y empiece a susurrar.

—Ya he leído este libro —se queja con estridencia—. No necesito releerlo. ¡Es

una pérdida de tiempo!

No sé qué decir. Además, cuesta mucho dejar de mirar sus brillantes ojos

ambarinos. El color es hipnótico.

—El bosque está muy bonito hoy, ¿verdad? —dice con melancolía mirando hacia

la fila de ventanas y los árboles con las hojas naranjas y doradas que se ven más allá.

Suspira con añoranza—. Me encanta como huelen los árboles en esta época del año.

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