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La bruja negra

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Sigo la dirección de su mirada y veo a Fallon entrando en el comedor rústico

flanqueada por sus hermanos y cuatro soldados gardnerianos armados.

Las patas de las sillas de madera rozan el suelo de piedra al unísono cuando todos

y cada uno de los cadetes gardnerianos del comedor, salvo Trystan, se levantan para

mostrar su respeto y se llevan los puños al pecho a modo de saludo.

La observo con atención entornando los ojos.

«Adelante, Bruja Negra —pienso frunciendo el ceño—. Intenta algo ahora que

mis hermanos están aquí. Trystan es un mago de nivel cinco. Igual que tú».

Fallon y Sylus Bane llevan el uniforme gris de los cadetes, pero Damion viste el

uniforme negro de los soldados.

—¿Cómo es su hermano mayor? —le pregunto a Aislinn.

Aislinn me lanza una mirada de advertencia.

—¿Damion? Hace que Fallon parezca una gatita. —Aislinn los observa con

recelo mordiéndose el labio—. Le gusta hacer daño a la gente.

Observo cómo Damion agarra a una sirviente urisca del brazo cuando pasa por su

lado y tira de ella hacia atrás. La joven suelta un grito de sorpresa y se le cae la cesta

de magdalenas que lleva. Damion esboza una sonrisa desagradable y la mira con

lascivia mientras Fallon y Sylus cogen algunas magdalenas ignorando a la chica por

completo. Damion coge una magdalena, suelta el brazo de la chica y la empuja con

una sonrisa de loco en los labios.

Me vuelvo hacia Aislinn muy alarmada.

—Quizá deberías comprometerte con el hijo del capitán de la marina, Elloren —

susurra mirando de reojo a Gareth—. Parece lo más seguro. Si persigues a Lukas

Grey te pondrás en contra al clan Bane. Y si esperas demasiado para comprometerte,

podrías acabar con alguien como Damion.

Trystan me distrae justo cuando estoy a punto de protestar.

—Se le están desmontando las tablillas —comenta Trystan arrodillado junto a la

pierna de Gareth tratando de ponerle bien los vendajes.

Miro a Gareth, que parece peor cada minuto que pasa. Estoy a punto de sugerir

que lo llevemos a ver al médico de la universidad cuando advierto que Wynter está

entrando con timidez en el comedor rodeada de sus alas negras. Me sorprende mucho

verla allí a plena luz del día.

—Es ella —les susurro a todos—. Es una de las ícaras.

Aislinn, Trystan y Gareth miran hacia donde estoy mirando yo.

Wynter arrastra los pies en dirección a las mesas del bufet con la cabeza gacha y

los ojos pegados al suelo. Los elfos la miran con desdén y se susurran comentarios

tapándose la boca con sus elegantes manos. Los gardnerianos la evitan, apartan la

mirada y se llevan la mano a la cabeza y después al corazón para protegerse del mal.

La elfa ícara coge un cuenco y se acerca con timidez a una de las trabajadoras

uriscas. La anciana pone cara de desprecio y después le sirve unas gachas verdes.

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