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La bruja negra

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—No —me niego apartándome de él al tiempo que protejo las raciones de tarta

—. ¡No voy a permitir que se pase toda la noche aterrorizándome y después se coma

el pastel que yo he glaseado!

El profesor se vuelve hacia Ariel, que no deja de agitar sus alas agujereadas. La

mira con recelo.

—¿De qué va todo esto, Ariel?

¿Ariel? ¿Es que se tutean?

—¡No es culpa mía! —aúlla Ariel—. ¡Se presentó en nuestro piso ayer por la

noche, dijo que ella no podía alojarse con dos ícaras asquerosas y se encerró en un

armario! ¡Intenté convencerla para que saliera, pero no dejaba de gritar que ella era

gardneriana, la nieta de Carnissa Gardner y que no podía relacionarse con ícaros,

elfos ni celtas! ¡Decía que mancillaríamos su sangre pura! No dejaba de repetir que

los gardnerianos son una raza superior y que todos los demás somos seres inferiores

malignos, ¡y que ella era la próxima Bruja Negra!

La conmoción y la rabia me dejan paralizada un segundo.

El profesor celta se vuelve hacia mí con una extraña y dolida expresión que

enseguida se vuelve dura.

—¡Eso es mentira! —grito mientras Ariel olvida su cara de víctima traumatizada

detrás del profesor y esboza una mueca oscura y calculadora—. ¡Ella me persiguió!

¡Me aterrorizó! ¡Tuve que esconderme en un armario! ¡Y después pasó gran parte de

la noche arañando la puerta con un cuchillo!

El profesor vuelve a mirar a Ariel con aire reflexivo, después me mira otra vez a

mí con frialdad y aprieta los labios.

He perdido. Claro que está de su parte. Es celta.

—Maga Elloren Gardner —ordena tensando el rostro como si le doliera

pronunciar mi nombre. No me sorprende que sepa mi nombre. Todo el mundo lo sabe

—. Devuelve la comida a estas estudiantes.

Qué injusticia.

—¡Vale! —aúllo lanzando el pastel en la mesa con tanta fuerza que rebota, salta

de los platos y se suma al destrozo general.

—Gracias, profesor Kristian —dice Ariel poniendo ojitos de cachorrito.

Me dan ganas de pegarle.

—Elloren, ¿ya ha terminado tu turno? —oigo preguntar a una voz familiar por

detrás de mí.

Me vuelvo y veo que Lukas se está acercando a mí.

Mira al profesor Kristian y a las ícaras con desdén, después vuelve a mirarme a

mí, lleva colgada la espada y la varita en un costado. Me pongo derecha y aprieto los

dientes con actitud desafiante.

Bien. Ahora tengo refuerzos. De verdad. Un mago de nivel cinco. No un inútil

profesor celta que está demasiado dispuesto a creerse las mentiras de dos ícaras en

lugar de a mí.

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