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La bruja negra

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—Pues sí —afirma Wynter asintiendo de nuevo, pero luego señala las puertas, en

dirección a los soldados. Su pálido rostro se oscurece—. Pero los odia más a ellos.

Vuelvo a mirar a Ariel y ella me observa con un odio tan intenso como el de

Fallon.

—Iban a por Fallon Bane —le digo a Wynter con la garganta seca y tirante. Me

siento muy agradecida de no haber heredado el poder de mi abuela—. Asesinos

ishkart. Están intentando matar a la próxima Bruja Negra.

—Pero no lo han conseguido —dice Wynter, más afirmando que preguntando.

Suelto el aire y asiento. Estoy nerviosa y sigo asustada, me duele mucho el

tobillo.

—¿Qué hacía aquí Fallon Bane? —Wynter me mira muy angustiada. Habla entre

susurros—. ¿Sabe lo de nuestra selkie?

Niego con la cabeza.

—No. Pero sabe que está pasando algo. —Frunzo el ceño mirando a Wynter—.

Tenemos que liberar a ese dragón. No podemos esperar más. Vamos a necesitar una

forma de sacar de aquí a la selkie y a unos cuantos fae. Antes de que Fallon se cure.

Al día siguiente oigo muchos rumores sobre cómo se llevaron a Fallon a Gardneria

rodeada de una gran escolta, hay quien dice que fue a una base militar rodeada de

dragones.

Vogel utiliza el incidente como excusa para cerrar las fronteras. Interrogan a las

modistas uriscas, y a todos los que pudieran participar en la confección del uniforme

marcado con runas de Fallon los deportan a las islas Pyrran. Empiezan a hacer

algunas pruebas de hierro al azar en los pasos fronterizos.

La necesidad de escapar es cada vez más urgente.

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