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La bruja negra

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divertirla mucho.

—¿Por qué me preguntas por Gareth Keeler? —le digo a Fallon poniéndome a la

defensiva.

—Tú tía dice que le conoces.

—Pues sí —contesto—. Es amigo mío.

Fallon mira a Echo y a Paige de reojo con una expresión astuta antes de volver a

clavarme los ojos.

—¿Te has fijado en su pelo?

Me pongo nerviosa y mi visión de Fallon se convierte rápidamente en una dura

bola de desagrado.

—Tiene el pelo negro.

Fallon sonríe con más ganas.

—Entonces… si no has besado a Gareth, ¿has besado alguna vez a alguien?

Me esfuerzo por poner una expresión neutral, me molesta mucho su actitud

intrusiva.

—Pues claro que no. No estoy comprometida.

«Y no acostumbro a abalanzarme sobre los chicos, como tú».

Fallon le lanza una mirada sibilina a Echo, lo que hace aumentar la antipatía que

siento por ella. Después vuelve su malvada mirada sobre mí y me habla con un tono

condescendiente.

—Ahora ya no estás en el bosque, Elloren. No pasa nada por besarse con un

chico.

Echo la mira y frunce los labios.

—Algunas tenemos un código moral —la reprende—. Aunque vivamos en

Valgard.

Fallon suelta una carcajada despectiva y me mira poniendo los ojos en blanco,

como si yo fuera una vieja amiga.

Ahora es Echo quien me observa con seriedad, con mirada asombrada, como si

estuviera midiendo mi valía. Viste el atuendo típico de las familias más religiosas de

Gardneria, con una túnica negra de doble capa con el cuello muy alto, una pequeña

esfera de Erthia colgada del cuello de una cadena de plata y el pelo libre de adornos,

liso y con la raya en medio.

Paige advierte las expresiones hostiles de Fallon y Echo y me sonríe para darme

ánimos. Ella es la única persona agradable del grupo. Tiene la melena negra rizada, y

su pelo escapa de los pasadores de joyas y se descuelga por delante de sus redondas

mejillas sonrosadas.

Fallon se da cuenta de la expresión alegre de Paige.

—A Paige ya la han besado —bromea con un tono desagradable.

Ese comentario le borra la sonrisa a Paige.

—Bueno… emmm… —tartamudea mirándose las marcas de las manos que tiene

apoyadas en el regazo—. Estoy comprometida.

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