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La bruja negra

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un piano de cola cubierto de tallas de pájaros de diferentes especies que vuelan por

las ramas oscuras.

Me llama mucho la atención uno de los violines que está protegido debajo de un

cristal.

—Es un violín Dellorosa —jadeo sorprendida.

Son los violines más caros de toda Erthia. Utilizan la magia para conseguir que

estén perfectamente afinados, las cuerdas del arco están hechas con pelo de corceles

de asteroth, y está decorado con oro puro.

Lukas desenvaina la varita, recita un hechizo y señala el armazón protector. Una

tenue luz verde ilumina la cerradura y se abre. Levanta la protección de cristal, saca

el estuche y me ofrece el violín.

Yo alzo las manos para detenerlo.

—Yo no… no podría…

Me acerca el instrumento mágico con insistencia.

—Se hizo para que alguien lo tocara, no para estar encerrado en una jaula de

cristal.

Transijo y acepto el violín sintiendo la punzada de excitación de estar haciendo

algo prohibido. Sostengo el exquisito instrumento como si fuera un recién nacido,

sintiéndome como si volviera a ser una niña y me acabaran de dar el regalo de Yule

que llevo tanto tiempo esperando.

Lukas se acerca al piano y me hace señas para que le siga.

—¿Qué vamos a tocar? —pregunto emocionada.

Sonríe y desliza los dedos por las brillantes teclas del piano.

—Lo reconocerás.

Y tiene razón. Es Deep Forest Dream, de Filyal.

Todo el mundo conoce esta pieza, pero tocada con estos instrumentos en perfecta

armonía se convierte en algo completamente diferente. Han desaparecido los nervios

que tuve en la fiesta de mi tía. Aquí, a solas con él, me sumerjo en la música y toco la

parte del violín entrelazándola con las notas del piano sinuosamente, como si

lleváramos toda la vida tocando juntos. La música es un beso largo y lento, los dedos

de Lukas entrelazan las intensas notas de la pieza con las mías. Mientras tocamos

pierdo la noción del tiempo. Lukas toca muy serio y desplaza los dedos por las teclas

del piano con habilidad.

Mucho después, cuando Lukas pone el broche final a la pieza y se apoya las

manos en las rodillas, yo bajo el violín y le sonrío. Él me devuelve la sonrisa y puedo

sentir el calor en su mirada. Me doy media vuelta nerviosa y vuelvo a meter el

instrumento en el estuche con cuidado.

Cuando estoy colocando el arco, Lukas se planta detrás de mí. Me coge por la

cintura y siento la calidez de su aliento en la mejilla.

—Ha sido precioso.

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