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La bruja negra

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ojos opacos. Me lo quedo mirando paralizada y me doy cuenta de que estoy a punto

de morir.

Me atacan por detrás y otro dragón me tira al suelo. Unas zarpas me arañan la

espalda y noto la quemazón del corte, y entonces siento una gran presión cuando una

pata enorme se apoya en mi espalda, me inmoviliza y la bestia ruge. Grito con todas

mis fuerzas cuando veo aparecer al otro dragón a escasos metros de mi cabeza.

Y entonces llega Yvan y se empieza a pelear con el dragón que tengo delante, lo

agarra con fuerza de los cuernos. Aprieta los dientes, tira de la cabeza del dragón

hacia atrás y enseguida empieza a salirle sangre negra por la boca.

Siento cómo se alivia la presión de mi espalda cuando el dragón ruge y se

abalanza sobre Yvan. Me libero, me pongo en pie y corro presa del pánico.

Avanzo por el bosque jadeando y sin atreverme a mirar atrás para no ver la

criatura que resuella persiguiéndome entre los árboles.

Llego a otro claro y trepo por los restos de una jaula. El dragón me golpea con

fuerza y me estampo contra un árbol. Impacto de cabeza y veo una lluvia de

estrellitas. Siento un dolor desgarrador en el muslo. Grito con todas mis fuerzas y el

sonido, incorpóreo, toma vida propia.

A través de mis gritos oigo a Yvan rugiendo algo en un idioma extraño, y sus

palabras se transforman en un siseo muy raro. Atrapada en una nube de dolor, me doy

media vuelta en el suelo justo a tiempo de ver cómo Yvan le arranca la cabeza al

dragón.

Dejo de gritar cuando el terrible dolor me entumece el cuerpo y el mundo

empieza a desmoronarse.

—Yvan… —jadeo cuando él viene corriendo hacia mí y me mira la pierna

horrorizado. El color verde de sus ojos ha adoptado un brillo de otro mundo.

Se pone de rodillas, agarra mi falda hecha jirones y arranca un buen trozo de tela.

Empiezo a verlo borroso y apenas soy consciente cuando me envuelve la pierna con

la tela y la aprieta con fuerza.

De pronto aparece Trystan.

—Oh, Gran Ancestro. ¡No! —Corre hacia mí y mira a Yvan desesperado—. ¿Qué

puedo hacer?

—Tenemos que sacarla de aquí —dice Yvan—. No tenemos mucho tiempo. Está

perdiendo mucha sangre.

Y entonces siento un calor insoportable que me rodea el muslo. El dolor aminora

y vuelvo a notar la pierna compacta, pero lo veo todo borroso y me estoy

desmayando.

—¿Cómo has…? —comienza a decir Trystan asombrado.

—¿Acaso importa? —contesta Yvan con un tono de voz desafiante.

—No —sentencia Trystan con tranquilidad y seguridad—. No importa.

Yvan me coge en brazos y me levanta mientras el mundo da vueltas y aparece y

desaparece de mi vista.

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