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La bruja negra

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encierran los balcones circulares de cada piso.

Acelero el paso para no perder a Fenil’lyn y la sigo escaleras arriba. Contemplo

fascinada lo reales que parecen las hojas esculpidas y paso los dedos por la textura de

su superficie mientras subo.

Roble de río.

En mi cabeza aparece una imagen del árbol del que ha salido la madera, con sus

ramas cubiertas de musgo ondulando a la luz del sol del verano.

Cuando llegamos al último piso sigo a Fenil’lyn en silencio hasta el balcón más

alto. Se detiene delante de dos carísimas puertas de madera y las abre.

Miro dentro y tengo que parpadear para creer lo que veo.

En la estancia hay una estufa de madera que da muchísimo calor y una cama con

un dosel carmesí justo delante. De las paredes brotan troncos y ramas esculpidos en

madera oscura que desprenden el olor de la cera de abeja con la que los han pulido, y

en el cielo abovedado han pintado un firmamento que parece un cielo estrellado.

Entro en la habitación y enseguida me siento envuelta en su deliciosa calidez.

Está todo hecho, no tengo que mover ni un tronco.

Justo delante de mí hay dos puertas de cristal que reflejan el brillo dorado del

candil y el fuego.

Me paro a tocar la suave seda de una borla dorada que cuelga del dosel de mi

cama y me quedo mirando fascinada el intrincado diseño arbóreo que veo bordado en

la colcha escarlata.

Me acerco a las puertas de cristal, las abro y al otro lado me encuentro una galería

interior con las paredes de cristal. Desde allí hay unas vistas espectaculares del

océano, y el techo de cristal geométrico ofrece una vista panorámica del cielo

nocturno.

En el suelo de la galería hay dos gatitos blancos jugando con una bola de cordel.

Son como dos bolas de algodón y tienen los ojos azul cielo. Son como mi gata,

Isabel.

Me agacho encantada y cojo una de las gatitas. Me toca con sus patitas de garras

afiladas al mismo tiempo que ronronea. La otra gatita sigue jugando con el ovillo de

cordel.

—Son para usted, Maga Gardner —me informa Fenil’lyn esbozando una sonrisa

educada. Es una chica esbelta con unos preciosos ojos de color amatista. Tiene un

mechón de pelo gris en la melena violeta—. Maga Damon pensó que quizá añoraría

usted a su gatita.

Siento una oleada de cálido agradecimiento. «Qué considerada».

Me levanto muy contenta y me vuelvo hacia Fenil’lyn pegándome la gatita al

pecho mientras la minúscula cabeza del animal me hace cosquillas en la barbilla.

—Puedes llamarme Elloren —le digo sonriendo de oreja a oreja.

Ella se pone tensa y se le congela la sonrisa.

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