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La bruja negra

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La selkie tiene todo el cuerpo lleno de golpes y moretones. Su piel está llena de

marcas de latigazos.

Entonces entra Diana, que en una mano trae un enorme cubo de madera lleno de

agua con jabón y en otra la fregona. Cuando ve a la selkie se queda de piedra, abre la

boca asombrada. Se recompone enseguida, deja el cubo en el suelo y apoya la

fregona con cuidado contra la pared.

—Ahora vuelvo —anuncia con un tono agradable—, voy a matarlo ahora mismo.

Habla con un tono tan despreocupado que mi mente tarda algunos segundos en

procesar lo que ha dicho.

—¿Qu… qué? —tartamudeo mientras Diana se da media vuelta para marcharse.

Se para y se vuelve para mirarme como si yo estuviera loca.

—El hombre que le ha hecho esto —me explica lentamente, como si yo fuera una

niña—. Voy a partirle el cuello. Merece morir.

Me levanto de golpe y alargo las manos para advertirle.

—Espera, no, ¡no puedes hacer eso!

—Claro que sí —contesta enfadada. Adopta una expresión reflexiva—. No, claro,

tienes razón, Elloren. —Suspiro aliviada—. Romperle el cuello sería demasiado

rápido e indoloro. —Asiente decidida—. Merece sufrir por lo que ha hecho. Primero

le daré una buena paliza. Y le marcaré, igual que él ha hecho con ella. —A los ojos de

Diana asoma un brillo travieso—. Después le arrancaré la tráquea.

Me muero de miedo.

—¡No puedes matarle!

—¿Por qué no dejas de decir eso? —parece ofendida—. Claro que puedo.

—¡Te vas a meter en un buen lío!

Me lanza una mirada incrédula y asqueada.

—¿Con quién? Con mi pueblo desde luego que no. Si mi madre estuviera aquí ya

habría hecho pedazos a ese hombre.

—Por lo menos espera hasta que hable con Rafe —le suplico.

Con una mano en la cadera me mira exasperada.

—Está bien —accede—. Puedo oler tu miedo. No tiene ningún sentido, pero si

vas a estar más tranquila hablaremos primero con Rafe.

Diana le pide a Wynter que vaya a buscar a Rafe y, para mi sorpresa, Wynter se

marcha a buscarlo sin vacilar.

—Tu hermano estará de acuerdo conmigo —me asegura Diana mientras se

agacha para limpiarle las heridas de la espalda a la selkie con un paño suave—. Y

entonces mataré a ese hombre. Y cuando lo haya matado, le arrancaré la cabeza del

cuerpo y se la traeré a la selkie. Le tranquilizará mucho saber que está muerto.

Algunos minutos después, Rafe y yo estamos sentados en el banco de piedra del

vestíbulo y observamos cómo Diana se pasea enfadada de un lado para otro ahora que

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