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La bruja negra

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Alargo la mano para abrir la partitura por la primera página y se cae del atril, las

páginas se esparcen por el suelo.

—Lo siento —digo con la voz ronca.

Me agacho y empiezo a recoger las páginas mientras la chica urisca se inclina

para ayudarme. Puedo oír a Fallon y sus secuaces tratando de esconder sus risas

burlonas tosiendo al mismo tiempo.

Me levanto después de lo que me parece una vergonzosa eternidad. La chica

urisca me quita la partitura, quizá para impedir que entorpezca su trabajo.

Vuelvo a agacharme para sacar el violín del estuche, me incorporo, lo sujeto con

la barbilla, tenso el brazo del arco y consigo controlar el temblor.

Fallon y sus amigos me miran expectantes. Aislinn Greer, que también está en

primera fila, asiente para animarme.

Si sigo vacilando tengo miedo de acabar vomitando delante de todo el mundo, así

que empiezo.

Mi arco se desplaza con aspereza por las cuerdas y se oye un chirrido tan

desagradable que hago una mueca sorprendida de lo mal que suena. Sigo tocando,

desafinando, mientras me esfuerzo por concentrarme en la música, sintiendo que

estoy perdiendo el control del temblor de las manos.

Dejo de tocar con el violín todavía en posición y las lágrimas asoman a mis ojos,

demasiado avergonzada para mirar a la gente.

Más toses y risas sorprendidas brotan de la dirección de Fallon.

El sonido de sus mofas me provoca una punzada de rabia que me da unas fuerzas

inesperadas. La madera del violín palpita con calidez. En mi mente aparece la imagen

de unas ramas fuertes y ásperas y después desaparece, como si la madera estuviera

intentando llegar a mí.

La visión me reafirma y me concentro para relajar las manos, reprimo el temblor

y vuelvo a empezar. Esta vez mi arco se desliza con suavidad por las cuerdas y la

melodía empieza a sonar como es debido. Aprieto los dientes y sigo tocando, la

calidad del instrumento hace que la música sea pasable… Y entonces empieza.

Las notas del piano comienzan a sonar por detrás de mí, acompañándome.

Pero no es una música de piano cualquiera, es una música preciosa que se enrosca

en mi débil intento por desgranar la melodía.

Vacilo incrédula un momento.

La música del piano me sigue, suena más lenta justo cuando yo vacilo e

improvisa cuando a mí se me escapan algunas notas. Otra oleada de calidez se

apodera de la madera mientras en mi cabeza aparece la imagen de unas ramas

sinuosas que se enroscan en mi cuerpo.

Me relajo y me dejo arrastrar por la música, poco a poco mis manos empiezan a

tranquilizarse y las notas van sonando en su sitio. Cierro los ojos. No necesito mirar

la partitura. Conozco esta pieza.

Página 79

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