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La bruja negra

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Apenas consigo hablar.

—Selkies, Elloren, es una selkie —me interrumpe; es evidente que no quiere

seguir hablando del tema.

Me sorprende su indiferencia.

—¡Estaba en una jaula!

Vuelvo a señalar la ventana, todavía no me creo lo que acabo de ver.

—No todo es lo que parece, Elloren —me dice con sequedad—. Vas a tener que

aprenderlo si quieres ver mundo. —Me mira y observa mi preocupada expresión

concluyendo, tal vez, que debe darme una explicación un poco más elaborada—.

Puede que parezcan humanos, Elloren, pero no lo son.

Yo sigo teniendo clavados en la mente los ojos aterrorizados y súperhumanos de

esa chica.

—¿Y qué son? —pregunto todavía conmocionada.

—Son focas. Unas focas muy feroces. —Mi tía hace una pausa y se recuesta en

los cojines bordados—. Hace mucho tiempo, una bruja marina hechizó a las selkies.

Cuando hay luna llena se acercan a la orilla, se desprenden de su piel de foca y

emergen del mar con aspecto humano. Sembraron el caos durante muchos años,

atacaban a los marineros, destrozaban los barcos. Fue horrible.

—Pero parecía muy frágil.

—Ya te lo he dicho antes. Las apariencias engañan. Las selkies, cuando habitan

su piel, son más peligrosas que el Mago más poderoso y, como la mayoría de las

focas, son depredadoras peligrosas.

—¿Y cuando no tienen su piel?

—Muy bien, Elloren. —Mi tía parece contenta—. Has ido justo al quid de la

cuestión. Sin su piel, se las puede controlar con facilidad.

—¿Por qué?

—Porque pierden la fuerza, y porque sin ella no pueden volver a transformarse en

focas. Sin su piel no pueden regresar al océano. Como son animales salvajes, por

mucho tiempo que pasen en forma humana, están desesperadas por regresar al

océano. No son humanos, Elloren. Solo es una ilusión. No dejes que te afecte.

—¿Pero por qué la tenían metida en una jaula?

Mi tía esboza una mueca al escuchar mi pregunta, como si acabara de detectar

algún olor desagradable.

—Hay quien gusta de quedárselos… como animales de compañía.

La observo. No me está mirando. Ahora está mirando por la ventana con

impaciencia.

—Pero parecía… aterrada —digo molesta.

La expresión de mi tía se suaviza.

—Bueno, nunca es agradable ver animales salvajes enjaulados. Estoy

completamente en contra del comercio de selkies y estoy haciendo todo lo que puedo

para acabar con esas prácticas.

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