23.12.2020 Views

La bruja negra

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Me quedo sin aliento. Sería más fácil hablarle a su espalda. Me lo quedo mirando

un segundo como una completa imbécil distraída por el rayo de sol que ilumina su

atractivo rostro.

Arquea una de sus cejas perfectas y me mira con dureza, como con una especie de

desconfianza. Como si pudiera leer mis pensamientos.

—Es peligroso para mí… cruzar la frontera de la universidad —le aclaro.

Frunce todavía más el ceño.

—¿Por qué?

—Porque hay un ícaro que quiere matarme. —La sorpresa le ilumina los ojos—.

Cree que soy la próxima Bruja Negra —intento explicarle—. Cosa que, por supuesto,

es falsa. No tengo poderes de ninguna clase, pero él no lo sabe.

A Yvan se le oscurece el rostro.

—Eres exactamente igual que ella, Elloren.

Su tono acusador me pone los pelos de punta. Me duele.

—¿De verdad, Yvan? —le digo, pero mi voz traicionera se quiebra—. No tenía ni

idea.

Abre un poco más los ojos y después me observa con atención, como si tratara de

analizarme.

Yo me hundo mentalmente delante de ese muro que vuelve a alzarse entre

nosotros. Siento el feroz deseo de estar al otro lado. En algún sitio al que sintiera que

pertenezco de veras.

«Ojalá fuera como Iris».

Enseguida lamento haber pensado eso. Me recuerdo con aspereza que no soy

celta. Y no puedo pensar lo que pienso sobre un celta. Y él tampoco debería mirarme

tanto. Ya sería raro que Yvan y yo fuéramos amigos, y sería imposible que fuéramos

nada más que eso. Pero de pronto deseo, con una intensidad sorprendente, que

pudiéramos ser, por lo menos, amigos.

La frustración y el dolor asoman a mis ojos, y estoy demasiado cansada como

para esconder esas emociones.

Yvan traga saliva y me mira parpadeando con una expresión desencajada.

—No dejaré que nadie te haga daño —afirma con certeza, como si fuera algo

irrefutable.

Siento una ráfaga de calidez y desaparece parte de la tensión que sentía en los

hombros. Respiro hondo y asiento, creo en él y me anima su tono decidido. Por algún

motivo sé que con él estaré a salvo.

Yvan se queda allí plantado un buen rato, pensando.

—¿Las vu trin hechizaron la frontera? ¿Para evitar que entre el ícaro?

—Pusieron alguna clase de protección en la frontera oeste de Verpacia, y otra más

potente en la frontera de la universidad. —Gesticulo a mi alrededor con la mano—.

El ícaro escapó del manicomio, así que supongo que estará marcado.

Yvan frunce el ceño y me mira un buen rato con los ojos entornados.

Página 337

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!