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La bruja negra

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—Los gardnerianos no suelen hablar de cosas tan vergonzosas como esta. —Se

ríe y vuelve a ponerse las gafas—. Pero más de cien dragones… eso no es fácil de

esconder, ¿no? Y ocurrió justo cuando se celebraba el ascenso de Damion Bane a

comandante de la base de la División Cuatro. —Se vuelve un poco y señala la

ventana con el pulgar—. Es curioso que no esté muy lejos de aquí.

«Lo sabe. Lo sabe. —Se me desboca el corazón—. Y si el profesor Kristian lo

sabe, ¿quién más puede saberlo?». Alguien llama a la puerta con suavidad.

—Adelante —dice el profesor Kristian con despreocupación.

La vicerrectora Quillen entra en el despacho.

El miedo vuelve a apoderarse de mí y me encojo en la silla.

La vicerrectora nos ignora a Tierney y a mí, se quita el abrigo de invierno, lo

cuelga del desgastado perchero de madera que ya está abarrotado con nuestras capas,

y se sienta cerca del profesor Kristian. Lleva una esfera plateada de Erthia colgada

del cuello y se alisa la parte posterior de la falda.

—Hace un tiempo terrible, Jules —comenta quitándose unos elegantes guantes de

piel.

—Pues sí —contesta él, los dos parecen ignorar nuestra presencia mientras

dedican un momento a quejarse del frío que hace últimamente.

Al final se hace un silencio y la vicerrectora nos mira.

Me esfuerzo para sostener su penetrante mirada verde.

Como si recordara de repente que estamos allí, el profesor Kristian me mira y

señala a la recién llegada.

—Me parece que ya conocéis a la vicerrectora Quillen.

Miro a Tierney presa del pánico. Está mirando fijamente a la vicerrectora, que no

puede ser más gardneriana, y su miedo es muy evidente.

—Relájate, Maga Calix —le dice esta con despreocupación—. Estás entre

amigos. —Se vuelve hacia el profesor Kristian—. ¿Cuántos niños fae escondimos

durante la guerra, Jules?

—Doscientos cincuenta y seis —contesta sin pensárselo—. Sin incluir a Zephyr.

Me da vueltas la cabeza.

—¿Quién es Zephyr? —pregunto.

—Mi hija adoptiva, Maga Gardner —contesta con concisión la vicerrectora—. Es

una fae sílfide. Y está lejos de aquí. En las islas Noi, con mi hermano Fain.

—¿Cómo está Fain? —le pregunta el profesor Kristian en un tono amigable.

—Disfrutando del este —contesta ella con la misma cordialidad—. Ahora tiene

dragones de las profundidades.

—¿Cómo pasatiempo?

Ella esboza una sonrisa traviesa.

—No. Ya conoces a Fain. Son sus compañeros.

El profesor Kristian suelta una carcajada.

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