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La bruja negra

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Cuando salgo del baño, Ariel me ve y retrocede como si hubiera recibido un

golpe, después me mira con odio.

—Tengo que encajar —intento explicarle a Ariel extendiendo las palmas con un

gesto de rendición—. Tengo que vestirme como ellos. Ya sabes que no soy como la

mayoría de gardnerianos. Pero estamos escondiendo una selkie. —Gesticulo

señalando a Marina—. Es importante que yo encaje. Tienes que entenderlo.

Siento una punzada de culpabilidad cuando veo que Ariel ignora mis palabras y

se retira hacia su cama, se apoya en la pared y me fulmina con la mirada. Wynter está

sentada a su lado y aplaca su oscura imagen murmurándole palabras tranquilizadoras

mientras Ariel le entierra la cabeza en el pecho y las envuelve a ambas con sus alas

oscuras.

Wynter mira un momento a Marina. La selkie se sienta en el suelo junto al fuego,

al lado de Diana. Wynter se vuelve hacia mí, observa mi ropa, y entonces asiente una

sola vez con los ojos plateados rebosantes de comprensión.

Diana rodea a la selkie con el brazo y me mira con un astuto brillo en los ojos.

Levanta sus ojos ambarinos y esboza una gran sonrisa aprobadora enseñando los

dientes.

Su gesto me tranquiliza mucho. Puedo contar con que mi amiga lupina

comprenda perfectamente mi estrategia de batalla.

Cojo mi nuevo brazalete blanco y me vuelvo hacia Diana.

—¿Me ayudas a ponerme esto?

Su oscura sonrisa cómplice no vacila. Diana se levanta y se acerca a mí.

Coge el brazalete de Vogel y me lo ciñe al brazo.

ϒ

El sacerdote Simitri esboza una sonrisa de oreja a oreja cuando me ve entrar en su

clase de historia a primera hora. Los pálidos rayos de luz invernal se cuelan por las

ventanas. Observa mi atuendo conservador coronado con el brazalete blanco de Vogel

que llevo en el brazo.

—Vaya, Maga Gardner —exclama con evidente alivio. Lleva varias semanas

abatido a causa de mi inaceptable ropa marrón, en su brazalete blanco se refleja lo

mucho que apoya a Vogel—. Ahora demuestras tu valor —me dice—. Aunque te has

visto obligada a trabajar rodeada de celtas y uriscos, y a vivir con demonios ícaros,

has tenido el valor de distanciarte de ellos. El hecho de que luzcas tu ropa con orgullo

demuestra tu fe y el apoyo que sientes por nuestro querido sacerdote Vogel. Te

felicito.

«No es valor —pienso con un nudo en el estómago que no desaparece—. Es

camuflaje».

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