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La bruja negra

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Reúno el poco coraje que me queda, empujo la puerta y entro en la cocina.

En cuanto entro hasta el último ápice de conversación amable se desvanece, como

si alguien hubiera apagado una llama tirándole un cubo de agua fría por encima.

Mi felicidad transitoria se evapora.

Yvan se levanta con tal brusquedad que casi tira la silla, en su cara vuelve a

aparecer esa expresión cargada de odio y me mira entornando los ojos con furia. La

feroz chica urisca y la celta rubia también se levantan y me fulminan con la mirada.

Las otras dos chicas uriscas de la mesa me miran con terror, y alternan la mirada

entre mi presencia y los libros y los mapas que tienen repartidos por la mesa, como si

fueran ladronas a quienes hubieran pillado robando comida.

Parpadeo confundida.

¿Acaso no se pueden tener libros aquí dentro? ¿Y los mapas? ¿De qué tienen

tanto miedo?

Una de las mujeres uriscas se coloca a la niña detrás de la falda, como

protegiéndola de mí. Todas las personas que hay en la cocina empiezan a mirarse de

reojo, como si estuvieran desesperadas por averiguar qué hacer.

Todas excepto Yvan. Percibo el calor que irradia su mirada de odio desde la otra

punta de la estancia.

Me esfuerzo para no retroceder mientras noto cómo un incómodo rubor me trepa

por el cuello y las mejillas.

La fornida anciana urisca que estaba amasando pan se adelanta con una sonrisa

forzada en la cara y retuerce las manos muy nerviosa.

—¿Puedo hacer algo por ti, querida?

—Em… —Le tiendo los papeles con una sonrisa vacilante—. Soy Elloren

Gardner. Me han asignado este trabajo.

La celta rubia se queda boquiabierta. A su lado, la feroz chica urisca me lanza una

mirada asesina, y la niña me mira con curiosidad desde su escondite.

La anciana urisca traga saliva y lee los papeles de mi asignación una y otra vez,

como si hubiera algún error y si leyera las veces suficientes pudiera encontrarlo,

como si el hecho de que yo esté allí fuera demasiado terrible para ser verdad. El dolor

de cabeza que me palpita por detrás de los ojos se me extiende por las sienes.

Puedo notar cómo Yvan me clava su mirada iracunda. Es más alto de lo que había

pensado y, por lo tanto, mucho más intimidante.

—Me han dicho que pregunte por Nernyllia Hawthorne —comento.

—Esa soy yo, Maga Gardner —dice la anciana tratando de esbozar otra falsa

sonrisa vacilante antes de devolverme los papeles—. Yo soy la directora de la cocina.

—Ah, bueno… pues estoy lista para trabajar. —Les sonrío evitando establecer

contacto visual con Yvan—. Dígame qué necesita.

—Oh, Maga Gardner, no va vestida para trabajar —comenta Fernyllia señalando

mi ropa elegante.

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