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La bruja negra

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Se me quedan las manos heladas sobre el arco. Lukas empieza a rozarme el cuello

con los labios y me quita una mano de la cintura para apartarme el pelo con

delicadeza y poder besarme la piel.

Y entonces dejo de respirar.

Suelto el arco y me doy media vuelta con la espalda apoyada en el piano.

Lukas me vuelve a abrazar y me besa. Yo me dejo llevar por sus besos y me

interno en la cálida piscina de sus caricias. Mientras me besa noto un extraño y

delicioso hormigueo en las plantas de los pies que me trepa por los tobillos. Me

cambio el peso de pie disfrutando de la sensación y Lukas me estrecha con más

fuerza. Huele muy bien, como los pinos del bosque profundo, es una fragancia tan

cálida como una hoguera de medianoche. Suspiro y me dejo arrastrar un poco más.

Le deslizo los dedos por el cabello. Noto cómo sonríe con la boca pegada a mis

labios mientras yo dejo resbalar la mano por sus patillas y sigo por la piel suave de

detrás de las orejas. Lukas ronronea y me besa con más fuerza.

De pronto las chispas de mis tobillos se intensifican y me viene a la cabeza la

imagen de un árbol hecho de relámpagos negros, y el poder de las suelas de mis pies

me trepa hasta las puntas de los dedos provocándome una feroz oleada de placer. Me

estremezco y grito abrumada por esa sensación tan poderosa.

Me aparto de Lukas.

—¿Qué ha sido eso? —jadeo mientras un eco oscuro palpita en mi interior, me

flaquean las piernas.

Lukas se agarra a mí y me mira sorprendido.

—No lo sé —dice con la voz grave y entrecortada—. Nunca había sentido nada

parecido.

Le cambia la expresión de la cara, de la sorpresa pasa al apetito.

Se abalanza sobre mí, me besa en los labios y se me pega con mucha fuerza.

Yo jadeo cuando vuelvo a ver la imagen del árbol. Las oscuras y sinuosas ramas

se deslizan por mi cuerpo mientras noto las manos de Lukas por todas partes.

Pero es demasiado. Demasiado rápido. Me siento como si me arrastrara la

corriente del mar.

Intento apartarme de él, separarme de ese fuego negro, pero él me sujeta con más

fuerza. Separo la boca de sus labios.

—Lukas —consigo decir—. Para. Quiero marcharme.

Se retira, solo un poco, y me mira con tal ferocidad que me siento alarmada.

Busco la salida muy nerviosa.

Lukas se separa de mí con una mirada depredadora en los ojos. Levanta las manos

en señal de rendición y esboza una lenta y oscura sonrisa. Me hace una pequeña

reverencia y me tiende la mano para que se la coja.

Vacilo un momento, ahora le tengo un poco de miedo. Estoy muy confusa y soy

muy consciente de mi vulnerabilidad.

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