23.12.2020 Views

La bruja negra

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

No. No pienso darles esa satisfacción.

—¿Qué vas a hacer? —pregunta Tierney preocupada.

—Nada —contesto. La rabia que siento me ayuda a mantenerme firme y a

contener las lágrimas—. Imagino que, según la lógica retorcida de Fallon, ahora

estamos en paz.

Recojo mi violín, me esfuerzo por esbozar una sonrisa desafiante y miro a Gesine

y a sus compinches mientras vuelvo a meter mi precioso y destrozado instrumento en

el estuche.

Me limpio las manos, me siento junto a Tierney y veo que me está mirando con

mucha preocupación.

Yo la miro esbozando una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Sabes? Me parece que al final sí que iré al baile de Yule.

Dos días después, a primera hora de la tarde, estoy sentada con Jarod Ulrich en un

rincón apartado de los archivos principales de la universidad. Tenemos la mesa de

madera áspera llena de apuntes de química, papel, plumas y tinta. El creciente odio

que siento por Fallon Bane tiene que ponerse a la cola por detrás de las ganas que

tengo ponerme en serio a estudiar, pero no consigo olvidarme de ese sentimiento.

Poco después de encontrar mi violín destrozado fui directamente a la residencia de mi

hermano. Solo estaba Trystan, que me miró muy preocupado en cuanto abrió la

puerta y vio la expresión de mi cara: se podría decir que prácticamente vibraba de

pies a cabeza de lo enfadada que estaba.

Fallon me había hecho daño. Me había dado donde más me dolía. Estaba

empezando a darme cuenta de que era su especialidad.

Trystan retrocedió lentamente y abrió un poco más la puerta invitándome a entrar.

Pasé y le enseñé los pedazos de mi violín.

Cuando los cogió miró con asombro las cuerdas que le colgaban entre los dedos.

—Obra de Fallon Bane —espeté.

Me miró estupefacto y después volvió a mirar el violín.

—Es un corte bastante limpio —opinó asombrado pasando el dedo por el perfecto

corte mientras lo estudiaba—. Debe de haber utilizado una sierra.

—O alguno de sus hechizos —contesto entre dientes asqueada.

—Sabía que algo no iba bien —dijo Trystan negando con la cabeza—. Cuando

llegué ayer por la noche el pomo de la puerta estaba tan frío que dolía al tocarlo.

Pues claro. Un regalito de la Bruja del Hielo.

—¿Cómo podía saber que lo guardé aquí? —me pregunté.

Trystan se encogió de hombros.

—¿Las mujeres de la limpieza? Entran y salen, y en el estuche pone tu nombre.

Página 303

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!