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La bruja negra

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La decoración cambia de golpe cuando nos agachamos para adentrarnos por un

pasillo lateral con alfombras de color granate y las paredes de tonos borgoña bañadas

por el suave y esporádico brillo ambarino de los candiles. El pasillo está desierto y

los distantes sonidos de la fiesta se oyen amortiguados y muy lejanos. Lukas aminora

el paso y me guía por el pasillo, hasta el final.

Se para, se gira hacia mí y vuelve a sonreír. Yo doy un paso atrás y busco

nerviosa la pared que tengo detrás mientras miro la varita de ébano que lleva en el

cinturón.

Él se acerca a mí, apoya la mano en la pared de mi lado y levanta la otra para

ponerme un mechón de pelo detrás de la oreja.

Yo me oigo tragar saliva y se me acelera el corazón, que late a un ritmo desigual.

—A ver —dice con la voz sedosa—, ¿qué es eso de que nunca te han besado?

Abro la boca para decir algo. Para explicarle que no sé besar, y que

probablemente se me dé fatal, pero antes de que pueda decir nada me levanta la

barbilla, se inclina hacia delante y posa los labios sobre los míos con suavidad, y

todas mis preocupaciones desaparecen tras una nube de humo.

Sus labios siguen pegados a los míos durante un instante, después Lukas se retira

un poco y me acerca la boca al oído:

—Ya está —susurra con suavidad—, ahora ya te han besado.

Estoy completamente aturdida. Aislinn estaba muy equivocada.

Levanto los brazos con indecisión y le pongo las manos en sus hombros. Noto su

calor a través de la seda de su túnica.

—Eres preciosa —susurra acercándose para volver a besarme.

Esta vez sus labios son más insistentes y a mí me sube la temperatura de una

forma que jamás había experimentado, me siento como si estuviera flotando en un

sueño. Me desliza la mano por la cintura y me pega a él. Me encanta que me bese,

estar pegada a él, me siento peligrosamente bien. Es mejor que bañarse en el sedoso

río Maple. Mejor que el tacto aterciopelado de la corteza del olmo Verpaciano. Mejor

que nada.

La sensación crece hasta convertirse en un intenso destello, como si toda la

madera que nos rodea empezara a arder. El fuego se me cuela por los pies, me recorre

todo el cuerpo y me calienta los labios mientras me viene a la cabeza la visión de un

bosque.

Jadeo y me aparto, el fuego se apaga de golpe y la imagen se vuelve borrosa y

desaparece.

Lukas parece momentáneamente sorprendido, me mira con asombro y tensa las

manos sobre mi cuerpo.

—Ya me advirtieron sobre ti —jadeo abrumada por la salvaje emoción que siento

de estar con él—. Me dijeron… que eres poderoso.

Lukas me mira entornando los ojos y esboza una desconcertante sonrisa traviesa.

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