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La bruja negra

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dolor que sigo sintiendo con demasiada intensidad.

Cierro los ojos y me llevo las manos a la cabeza para frotarme las sienes

doloridas. Un buen rato después, abro los ojos y contemplo todos los libros que

tenemos repartidos por el suelo.

—¿Qué les pasó a los fae? —le pregunto a Aislinn—. Cuando terminó la Guerra

del Reino.

—Los llevaron a las islas Pyrran —explica Aislinn ladeando la cabeza con

curiosidad.

—¿Y después? —insisto—. ¿Qué pasó luego?

Aislinn se encoge de hombros, su expresión es cada vez más oscura e incómoda.

—Los reubicaron. En algún lugar del norte… —Se le apaga la voz—. ¿Qué?

¿Crees que les pasó algo más?

Cuando nos quedamos en silencio me llega el finísimo clic de un reloj de péndulo

élfico y el goteo de la cascada.

—No lo sé —contesto—. He buscado en todos los archivos. Y no he encontrado

nada sobre el tema. No hay nada. Y no aparece ningún fae.

—Qué raro.

—Esto es lo que yo pienso —digo inclinándome hacia ella—. No creo que se

limitaran a expulsarlos del reino. Creo que debieron de exterminarlos. Y si es así,

bueno, eso significa que cualquiera que sea fae o que tenga sangre fae… podría estar

en peligro.

Trago saliva intentando reprimir el pánico.

—Cada vez se habla más sobre acabar con los mestizos —comenta Aislinn como

si fuera un mal presagio.

—Y si Yvan es básicamente fae… —El reloj toca algunas campanadas más—.

Entonces no hay tiempo que perder.

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