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La bruja negra

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rostro esbozando una sonrisa malvada y los labios rojos rodean sus podridos dientes

puntiagudos.

Pero sus ojos… oh, sus ojos: en su interior brilla un remolino blanco iridiscente y

están vacíos de humanidad, vacíos de alma… como si fuera un muerto viviente. Y de

los hombros le sobresalen unos bultos grotescos. Estos se mueven de forma rítmica,

como si estuvieran imitando el vuelo de un pájaro, y entonces lo entiendo:

Antes tenía alas.

Es un demonio ícaro. Mis gritos se convierten en sollozos de terror cuando veo el

brillo de una daga en su mano.

Levanto las palmas de las manos a modo de súplica, un silencioso y desesperado

ruego de piedad, y entonces empiezo a desvanecerme.

El demonio avanza con sorprendente rapidez y agilidad y me agarra de la muñeca

con tanta fuerza que sus larguísimas uñas se me clavan en la piel. Se me escapa un

grito amortiguado.

Me agarra con fuerza y abre sorprendido sus ojos sin alma.

—¡Es ella! ¡Es la Bruja Negra de verdad!

—¡Pues no te lo pienses más! —ruge la criatura que me tiene inmovilizada—.

¡Mátala, Vestus! ¡Mátala antes de que se vuelva como ella!

Me flaquean las rodillas cuando la criatura llamada Vestus levanta la daga. Un

trueno resuena en el cielo.

—¡Vamos a reescribir la historia, Bruja Negra! —aúlla Versus—. La Profecía no

se cumplirá, ¡y los ícaros vivirán! ¡Vosotros moriréis y nosotros prevaleceremos!

Todo parece ocurrir a cámara lenta. La criatura echa la mano hacia atrás

preparándose para atacar, pero entonces una cuchilla más larga se interna en el pecho

del demonio. De su cuerpo brota una fuente de sangre que me empapa y me

desplomo al mismo tiempo que la criatura que tengo a la espalda cae al suelo y quedo

libre. Aterrizo en el suelo frío y duro percibiendo el abrumador olor al hierro de la

sangre.

Y entonces veo a un soldado delante de mí.

¡Lukas!

Desclava la espada del ícaro y empuja a la criatura hacia delante, muerta, hasta

que su cabeza impacta contra las baldosas de piedra del suelo produciendo un crujido

enfermizo.

Yo me giro justo a tiempo de ver a uno de los guardias de mi tía arrastrando al

segundo ícaro, que es más alto y musculoso que el primero, pero también cubierto de

sangre e inconsciente. Se oye el fuerte crujido de un trueno y el viento empieza a

soplar con más fuerza pegándome la ropa empapada de sangre a la piel.

Percibo un movimiento por detrás del guardia de mi tía, es un pequeño destello en

un callejón oscuro detrás de la plaza, más allá de la carretera.

Otro ícaro me mira durante un segundo y después desaparece de mi vista.

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