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La bruja negra

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—Yo puedo ayudarte —le dice con un tono grave y agradable—. Has venido al

lugar adecuado. No tienes nada que temer.

Tierney se lo queda mirando sorprendida un momento y después se echa a llorar,

se le agitan los hombros y se dobla hacia delante.

—Oh, vaya. No pasa nada.

El profesor Kristian se levanta y rodea la mesa. Le tiende un pañuelo a Tierney y

le toca el brazo con mucha delicadeza.

Ella acepta el pañuelo con la mano temblorosa.

—¿Qué clase de criatura eres, querida? —le pregunta—. ¿Qué clase de fae?

—Asrai —contesta.

—Es maravilloso —le dice tranquilizador—. Quizá aquí no sea tan maravilloso

ser un Asrai, pero lo será cuando tú y tu familia lleguéis a las islas Noi, ¿eh?

Tierney se anima a mirarlo y se pone a llorar con más fuerza asintiendo dolida. Se

la ve muy pequeña, asustada y muy joven.

—Toma un poco de té —le dice dándole una palmadita en el brazo.

—Gracias —consigue responder.

Se limpia los ojos con rudeza, consigue controlar su respiración entrecortada,

acepta la taza que él le tiende muy paciente y empieza a beber mientras el profesor se

sienta de nuevo tras el escritorio.

Vuelve a adoptar una expresión divertida cuando me mira.

—Has estado muy ocupada, ¿no?

—No me gusta estar ociosa —contesto con aspereza.

—Mmm —murmura mirándome con un recelo cordial—. Por casualidad no

sabrás algo sobre el dragón que se ha perdido, ¿no, Elloren?

Me quedo sin aire en los pulmones.

El profesor Kristian mira a Tierney.

—¿O sobre una tormenta de nieve rarísima que cayó solo sobre la base militar de

la División Cuatro de los gardnerianos?

Tierney lo mira asombrada y por poco se atraganta con el té.

El profesor se quita las gafas con despreocupación, se saca otro pañuelo del

bolsillo y se pone a limpiarlas.

—Supongo que ya sabréis que ayer por la tarde aparecieron en Valgard más de

cien dragones militares en busca de su entrenador, Mago Damion Bane.

Trago saliva con fuerza.

—Sí. He oído… algo así. Es sorprendente.

—¿Sí? —pregunta alzando una ceja. Sigue limpiando sus gafas—. Por lo visto

Mago Bane también se quedó muy sorprendido. Él y otros siete magos de nivel cinco

tardaron un buen rato en matar a la mayoría de los dragones y controlar a los otros.

Es muy probable que Mago Bane tenga que recibir cuidados médicos durante varios

meses. He oído que un dragón le clavó las zarpas en un lado de la cara y en el cuello.

Me esfuerzo por mantener las formas y mostrarme impasible.

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