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La bruja negra

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—Creo que puedo averiguar dónde guardan las pieles —se presta Rafe—.

Conozco algunos gardnerianos que frecuentan las tabernas de selkies…

—¿Tabernas de selkies?

Tengo la sensación de que en realidad no quiero saber lo que es eso.

—Es posible que las guarden allí —explica Rafe mirando con recelo a su

alrededor—. No sé cuán directo puedo ser aquí. No es nuestra costumbre, y sé que

tampoco es la costumbre de los elfos, hablar de ciertas cosas en presencia de mujeres.

—Eso es una tontería —se burla Diana.

Wynter se acurruca un poco más entre sus alas.

—No hay nada que puedas decir que sea peor de lo que he percibido a través de

su mente. Es… horrible.

—¿Eres una émpata? —le pregunta Yvan a Wynter.

La está mirando de una forma muy rara.

Wynter asiente.

—Explícanos qué sabes de la selkie —le propone Rafe.

Wynter cierra los ojos y se inclina hacia un lado como si fuera un arbolito agitado

por la tormenta, y el dolor le tensa el rostro.

—La llevaron a una de esas tabernas junto a otras de su misma especie. Todas

iban… desnudas. Se las enseñaron a los hombres. —Frunce el ceño con más fuerza

—. Tiene la cara del conserje grabada en la memoria. Ese hombre la eligió. Pagó

dinero por ella. Se la llevó a su casa y… abusó de ella. Muchas veces. —Ladea la

cabeza—. Y hay otra cara. La cara de otra selkie, más joven, quizá la capturaran al

mismo tiempo. Siente terror por esa selkie. No deja de pensar en esas imágenes. Es

difícil saber más. No entiendo su idioma.

Todo el mundo guarda silencio un momento.

—Entonces tenemos que encontrar su piel —comenta Jarod muy serio—. Quizá

el conserje la tenga escondida en alguna parte.

—O la ha destruido —apunta Andras.

—No —interviene Yvan—. Tiene que existir.

—¿Cómo puedes estar tan seguro? —le pregunto.

Me mira con sus ojos verdes.

—Si la hubieran destruido, ella estaría como vacía, sin emociones. Como un

muerto viviente.

Siento un escalofrío en la espalda y todos intercambiamos miradas oscuras

conscientes de que hay mucho más en juego de lo que habíamos pensado para

Marina, la selkie recién bautizada.

—Bueno, pues está decidido —dice Rafe con tono ligero pero la mirada dura

como una piedra—. Tendremos que encontrarla.

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