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La bruja negra

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Mientras el vapor perfumado desciende y se disipa, paseo la mirada por todo lo

que me rodea: un estante de la pared, debajo hay un armario y encima de la mesa hay

dos figuritas de mármol.

Me acerco a ellas y cojo una; noto el frío de la base pulida en la palma de la

mano. Representa a mi abuela, lleva la varita en el cinturón y guía a los niños

gardnerianos hacia algún sitio, y los niños la miran sonrientes y embelesados. La

miro más de cerca y deslizo el dedo por los rasgos marcados de su rostro, por su nariz

perfilada.

Soy yo. O me parezco mucho.

La segunda figura vuelve a representar a mi abuela, se la ve poderosa y feroz, está

alzando su varita mágica con la melena al viento y tiene un demonio ícaro aplastado

bajo los pies.

Un ícaro, como el bebé deforme de Sage.

Me sobresalto y me quedo de piedra con el ceño fruncido. Pensar en los demonios

ícaros me resulta muy extraño en medio de tanta calidez, la dulzura de los gatos y el

lujo que me rodea por todas partes. Me dan ganas de guardar la figura en un armario

y no volver a mirarla jamás.

Me deshago de esa imagen tan oscura, me levanto y me preparo para cenar con

mi tía.

ϒ

—¿Te gusta tu habitación, Elloren?

La tía Vyvian me mira con una sonrisa radiante y yo me acerco a ella en la mesa

del balcón. Fenil’lyn hace una reverencia y se marcha con elegancia.

—Es preciosa, gracias —contesto un tanto deslumbrada—. Nunca había visto

nada como… —Me vuelvo hacia la espectacular vista del océano—. Bueno, como

esto.

Ella sonríe complacida.

—Bueno, es tu derecho de nacimiento. Disfrútalo. Tú tío lleva demasiado tiempo

privándote de ello. —Gesticula con la mano en dirección a una silla—. Por favor,

siéntate. Disfruta de las vistas conmigo.

Me siento frente a ella encantada, bajo nuestros pies se extiende una alfombra

verde intenso que cubre la piedra gris del balcón. Hay muchos candiles colgados y

proyectan un suave brillo sobre la mesa que se refleja en la porcelana llenándola de

minúsculos puntitos dorados de luz.

En el plato me han servido algunas rodajas de faisán con un glaseado de cítricos

que han preparado en una mesa auxiliar, decorando la suculenta ave con algunas

rodajas de limón; también me han servido arroz salvaje con frutos secos y zanahorias

enanas. En el centro de la mesa hay una cesta llena de pan recién horneado al lado de

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