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La bruja negra

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profundo murmullo resonante que parece una canción inquietante y triste.

Como si estuviera sufriendo.

Nuestra selkie es un misterio que no podemos resolver. A veces sus movimientos

animales y su multitud de tonos parecen propios de algún ser salvaje, pero tiene una

mirada inquisitiva e inteligente, y sé que Diana tiene razón.

«Es mucho más que un animal. Más que una foca».

Jarod y Diana no han conseguido encontrar la piel de Marina, y no puede volver a

su hogar sin ella, tiene tan pocas fuerzas que a veces parece que esté enferma. Le he

escrito a Gareth para preguntarle por el contrabando de selkies y dónde guardan sus

pieles, pero sé que tardaré mucho en recibir una respuesta. Se ha marchado varias

semanas con los demás guardiamarinas, y estarán en la mar hasta el primer mes.

Cuando el invierno nos clave sus fauces y algunas zonas del océano empiecen a

helarse.

Cada noche, una exhausta Marina nos pasa los dedos por el pelo y nos quita los

enredos con mucha más eficacia que cualquier cepillo mientras murmura en su

lengua multitonal. Parece relajarla, y también nos relaja a nosotras.

A todas menos a Ariel.

A Ariel no le gusta nada la atención que Wynter le presta a la selkie y agita las

alas enfadada murmurando palabrotas. Por suerte, Ariel está muy concentrada en un

cuervo herido que ahora vive con nosotras, además de las dos gallinas. El búho ya

hace tiempo que se curó y se marchó. El cuervo se posa en la cama al lado de Ariel,

se entienden muy bien, y el pájaro tiene la pata entablillada y vendada.

Y así pasan los días.

El viento arrastra algunos carteles de vez en cuando. Los veo pegados a las farolas de

la universidad y en las puertas de los edificios. Alertan a los paseantes del robo de la

selkie y ofrecen una recompensa monetaria a cambio de cualquier información sobre

su paradero.

Cuando los vi por primera vez sentí mucho miedo. Pero a medida que va pasando

el tiempo y los veo cada vez más destrozados o arrastrados por el viento, el miedo va

desapareciendo.

Un día, pensando que estoy sola en un callejón, arranco una de las últimas notas

que quedan y me la meto en el bolsillo de la capa. Cuando levanto la vista me

encuentro con Ni Vin, la joven vu trin llena de cicatrices. Está al otro lado de la calle,

mirándome con su espada curva colgada de la cintura. Me dedica un sutil

asentimiento de aprobación mientras la miro con el corazón acelerado.

Después se da media vuelta y se marcha.

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