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La bruja negra

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Diana agachó la cabeza y miró el círculo de fuego decreciente con desdén.

—¿Por qué protege tanto a esas gallinas?

—¡Sal de aquí! —siseó Ariel.

—¡No! —contestó Diana indignada cruzándose de brazos.

—Diana —dije con firmeza—, prométele a Ariel que no te comerás sus gallinas.

—Pero…

—¡Prométeselo! No puedes quedarte aquí a menos que te comprometas a no tocar

las aves que haya en esa habitación.

Diana alternó la mirada entre Ariel y yo como si estuviéramos completamente

locas.

—Está bien —concedió—. Lo prometo. No me comeré esas gallinas. Pero solo

quiero saber una cosa. —La miré alzando las cejas—. ¿No hay nadie normal en esta

universidad?

Miré a Ariel, que se había puesto en cuclillas delante de sus gallinas y le lanzaba

miradas asesinas a Diana con las aterradas gallinas pegadas a los tobillos. Después

miré a Wynter, que estaba escondida bajo sus alas, y al final me fijé en los ojos

ardientes de Diana. Y después estaba yo, la chica sin poderes que se parecía a la

Bruja Negra. Todo me pareció tan absurdo que empecé a reír.

—En el resto de la universidad no sé, Diana, pero en esta habitación seguro que

no hay nadie normal.

Diana se me quedó mirando un momento arqueando una ceja como si estuviera

un poco ofendida. Pero Wynter me miró y esbozó una sonrisita vacilante.

—¡Voy a salir! —anunció Diana de repente resollando insatisfecha.

—¿Adónde? —pregunté.

—¡A cazar conejos! —espetó—. Ya que protegéis tanto a esas gallinas…

—¿Y qué hizo después? —pregunta Aislinn con curiosidad a pesar de su mal humor.

—Volvió como una hora más tarde con un conejo, se desnudó y se sentó delante

de la chimenea a comérselo.

Aislinn traga saliva avergonzada.

—¿Desnuda?

—Desnuda —le confirmo con rotundidad—. Por fin he podido hablar con Rafe

sobre ella. Ha pasado por mi habitación hace un rato, buscándola.

—¿Y qué ha dicho?

—Le ha parecido muy divertido que se haya trasladado aquí. Todo le parece

divertido. Le he dicho que me preocupa que pase tanto tiempo con Diana. O sea, ella

es la hija de un macho alfa y nuestros pueblos no se llevan muy bien.

—Continúa —me anima Aislinn.

—Le he dicho que no quería verle hacer algo tan peligroso… por amor.

Miro a Aislinn de reojo para ver cómo reacciona.

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