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La bruja negra

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¿El tío Edwin se habrá enterado del ataque del ícaro? ¿La tía Vyvian le habrá

enviado un halcón mensajero para avisarle de lo que pasó y decirle que estoy bien?

Me fijo en un joven celta muy serio que está sentado delante de nosotras. Es

desgarbado, tiene el pelo castaño y los rasgos angulosos y muy pronunciados. Está

mirando hacia delante con expresión decidida, como si se estuviera esforzando

mucho por concentrarse en el rector en lugar de en otra cosa.

De pronto se gira y me clava sus sorprendentes ojos verdes, es una mirada de odio

tan intensa que me sobresalto.

Aparto la vista enseguida sonrojándome, avergonzada de que me haya pillado

mirándolo y sorprendida de la violencia que destilaba su mirada esmeralda. Casi

puedo sentir la tensión que vibra en él.

—Aislinn —susurro tragando saliva con fuerza—. ¿Quién es el celta que está

sentado allí delante? Me está mirando como si quisiera matarme.

Aislinn mira al joven directamente.

Se ha dado la vuelta y vuelve a estar concentrado en el rector con evidente

esfuerzo, los puños muy apretados.

—Es Yvan Guriel —me informa—. No dejes que te afecte. Odia a los

gardnerianos.

«En especial a mí —pienso—. En especial a la nieta de la Bruja Negra».

Me arriesgo a mirarle otra vez. Sigue mirando hacia delante con los dientes

apretados y una expresión de tensión contenida. Estoy un poco intranquila. Todavía

me duele el pie de la patada que le he dado a aquel objeto invisible, la cabeza y el

brazo con el que he sujetado la varita me palpitan al ritmo del pulso, y me escuece la

muñeca que me agarró el ícaro. Es un milagro que siga en pie.

«Este tal Yvan Guriel no me conoce —me lamento lanzándole una mirada de

desprecio por el rabillo del ojo—. No tiene derecho a estar resentido conmigo».

—¿Qué más sabes sobre él? —le pregunto a Aislinn abatida.

—Bueno —dice Aislinn acercándose a mí—, casi lo expulsan el año pasado.

—¿Por qué?

—Por practicar la medicina sin el permiso del gremio. Con trabajadoras uriscas

de la cocina. Estudia Medicina.

Me arriesgo y vuelvo a mirar a Yvan Guriel, me sorprende que me afecte el

desprecio evidente de ese desconocido. Sigue concentrado en lo que está ocurriendo

en el escenario, y prácticamente rebosa hostilidad.

Decidida a ignorar al odioso celta, deslizo la mirada algunas filas más hasta llegar

a un joven muy moreno que sobresale por encima de todos los que le rodean. Su

postura, muy erguida, rebosa disciplina militar. Lleva el pelo púrpura cortísimo y se

le ven las orejas puntiagudas, en las que luce varias hileras de aros metálicos. Pero

quizá lo más sorprendente sean las runas espirales que lleva tatuadas en la cara,

idénticas a las runas rojas que luce en la túnica carmesí.

—¿Quién es ese tipo alto con tantos tatuajes? —le pregunto a Aislinn.

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