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La bruja negra

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Wynter mira la gallina sorprendida. Después me mira a mí y se le suaviza la

expresión.

Me siento en la cama muy avergonzada.

—Yo no pretendía que pasara nada de esto.

—Ya lo sé —dice Wynter con una expresión dolida. Suspira y mira a Ariel—.

Estoy condenada a saberlo. —Se vuelve de nuevo hacia mí—. No eres la única

responsable, Elloren Gardner. Esto solo es una crueldad terrible de una larga lista de

crueldades terribles que Ariel ha tenido que soportar durante años. —Vuelve a

acariciarle el pelo—. Su madre la internó en el manicomio de Valgard cuando solo

era una niña. Estaba tan horrorizada de haber dado a luz a un deargdul… una Ícara,

como nos llamas tú. Los del manicomio metieron a Ariel en una jaula. Tenía dos

años.

Trago saliva con fuerza, se me ha secado la boca. Ya no tengo ganas de apartar la

vista. Necesito verla por lo que es.

—¿Hay algo que yo pueda hacer? —pregunto con aspereza.

Wynter se agacha para mirar a Ariel y niega con la cabeza.

Así que hago lo único que puedo hacer. Me quedo sentada en silencio mientras

Wynter le canta a Ariel en élfico. La acompaño en la vigilia, en esa habitación

iluminada por el parpadeo de un único candil; de pronto aparece un vigilante que se

posa en una de las vigas del techo.

Le hacemos compañía a Ariel toda la noche mientras esperamos a que vuelva en

sí. Winter canta, y yo rezo en silencio. Y esperamos.

Hasta que algunas horas antes del alba, Ariel abre al fin sus ojos verdes, está

confusa, pero vuelve a ser ella misma.

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