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La bruja negra

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Me siento detrás de Fern, le cojo la cabeza y le tapo la boca con fuerza. Consigo

amortiguar sus gritos, pero enseguida me siento mal por tener que hacer aquello. Su

cuerpo se encorva y se tensa contra mí mientras ella me araña los brazos y manotea

en el aire. Intento inmovilizarla. Yvan le sube el pantalón y veo con claridad que un

hueso le asoma por la pierna.

—Elloren —me dice con aspereza—. Sujétala bien.

Sin quitarle la mano de la boca utilizo la otra para agarrarle los brazos. Yvan le

coge la pierna y la palpa con destreza. Y entonces, de repente, le pone el hueso en su

sitio. Fern se convulsiona y gime aterrada y muy dolorida.

—¿Qué estás haciendo? —grito muy confusa.

Ahora le sujeta la pierna recta con ambas manos, que tiene sobre la herida. Cierra

los ojos, como si meditara sosteniéndole la pierna.

—¡Yvan! —sollozo—. ¿Por qué estás haciendo esto? ¡Necesitamos un médico de

verdad! ¡Ahora mismo!

Pero los gritos de Fern empiezan a disminuir, sus músculos se relajan y deja caer

los brazos. Gimotea en silencio y después también desaparece el llanto. Yvan se

queda donde está, sigue con los ojos cerrados, como si estuviera concentrando toda su

energía en la pierna.

Fern está temblando, y distingo la familiar silueta de su abuela acercándose a

nosotros.

Fernyllia suelta los cubos de sobras que lleva en las manos en cuanto ve a su nieta

tendida en el suelo.

Yvan abre los ojos y me mira.

—Suéltala, Elloren —me dice.

Suelto a la niña sintiéndome muy insegura y me echo hacia atrás con la cabeza de

Fern sobre el regazo.

La niña sorbe por la nariz, todavía le tiembla el cuerpo, pero ya no parece que le

duela nada.

Yvan le separa las manos de la pierna muy despacio. La sangre que tiene en las

manos, la de la pierna de Fern y la que tiene en la ropa parecen manchas de tinta en la

oscuridad. Me asombra ver cómo Fern flexiona la pierna y le tiende las manos a su

abuela. Yo me la quedo mirando sin creer lo que ven mis ojos.

¿Cómo puede ser? El hueso… ¡le sobresalía de la pierna!

Yvan se aparta para que Fernyllia coja a la niña y la abrace.

—Mi niña bonita —dice Fernillya dándole un beso en la cabeza—. ¿Qué ha

pasado?

—Me he caído del árbol —solloza Fern—. Yvan me ha arreglado la pierna. Pero

me ha dolido.

—Solo ha sido un rasguño —le dice Yvan a Fernyllia.

¿Qué?

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