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La bruja negra

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Está dormida en una de las cuatro camas que hay en la abarrotada habitación de

Tierney, boca abajo, con un brazo colgando fuera de la cama y roncando como un

lirón.

Completamente desnuda.

Tierney se da cuenta de que estoy mirando a Diana mientras envuelve los tubos

de ensayo en trapos y los coloca en la primera de las dos cajas de madera con

compartimentos. Se encoge de hombros.

—Al principio sorprende. Pero yo ya me he acostumbrado.

Diana hace un ruido, se da media vuelta y separa las piernas. Me sonrojo y me

doy media vuelta.

Tierney me mira esbozando una sonrisita.

—Ya casi estoy.

Mientras Tierney trabaja yo echo una ojeada por la habitación.

—¿Y cuál es la cama de Fallon?

Tierney resopla y me mira con incredulidad.

—¿Crees que dormiría aquí? ¿Con nosotras? —Señala con el pulgar una

habitación contigua—. Su cama está ahí.

Entro con cuidado en la habitación mientras Tierney empieza a llenar la segunda

caja de tubos de ensayo. La estancia es tan dramática como esperaba: está decorada

con intensos tonos rojos y negros, hay una enorme cama de cuatro columnas en el

centro; las sábanas, caras, están revueltas, y veo unas cuantas frutas repartidas por la

bajera blanca.

Descubro, con cierta satisfacción, que Fallon Bane es una dejada.

Me interno en la estancia sintiéndome como una ladrona nocturna empujada por

la curiosidad. Tiene una colección impresionante de libros de hechizos. Hay filas y

filas de ellos, completamente nuevos, encuadernados en piel con los títulos dorados,

están todos metidos en una librería cerrada, con un cristal de paneles en forma de

diamante y reforzado con una celosía de hierro. En las paredes tiene colgados varios

cuchillos de plata y espadas con empuñaduras llenas de joyas y un arco precioso.

También hay una chimenea enorme con una reja de hierro forjado en forma de garras

de dragón, y de ella emana un calor delicioso. Y encima de la repisa de la chimenea

tiene un cráneo de dragón de verdad.

Me acerco a su cama y paseo la mano por el cubrecama de seda sintiendo una

punzada de envidia al ver el lujo del que disfruta cada noche. Y me pongo todavía

más celosa cuando veo un pequeño retrato de cerámica en la mesita de noche.

Lukas Grey.

El parecido es asombroso, atractivo como el pecado.

Oigo un aullido aterrado a mi espalda y me sobresalto, se me cae el retrato de la

mano y aterriza en el suelo con un crujido que me hace estremecer.

Es Olilly, una de las trabajadoras uriscas de la cocina. Como ocurre con Bleddyn,

que tiene la piel verde, el color de piel de esta chica destaca mucho en esta estancia,

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