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La bruja negra

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Tierney Calix

Entro en el aula principal del departamento de Farmacia sin aliento, he tenido

que venir corriendo desde Química. Para mi consternación, las mesas de

laboratorio de madera repartidas por la sala de techos bajos ya están llenas

de parejas de jovencitas enfrascadas en su tarea, que consiste en picar y mezclar

ingredientes bajo el siseo de las destilaciones y el suave borboteo de los líquidos en

ebullición.

Me recuerda un poco al laboratorio de Química, las paredes y las mesas están

llenas de recipientes de cristal, frascos y alambiques. Pero aquí no percibo olores

sulfurosos. En esta aula flota una fragancia general a tierra, más propia del bosque, y

los recipientes que me rodean están llenos de plantas secas y flores, corteza en polvo

y madera. Mis temores van desapareciendo a medida que voy asimilando los intensos

olores y los voy separando uno a uno mentalmente: savia de pino, ceniza de abedul,

virutas de cedro. También hay ramilletes de hierbas colgados del techo. Respiro

hondo y distingo el olor a almez, rosa rubiginosa y hojas de cerezo negro.

Me relajo y me siento bien. Por desgracia, la sensación es muy fugaz, porque

enseguida veo a una mujer joven que se acerca a mí muy enfadada.

—Llegas tarde —me regaña molesta, y yo siento una inmediata punzada de

pánico al ver el colgante de oro de Primera Aprendiz que lleva anudado al cuello. La

mesa contigua la ocupan dos estudiantes con su misma mirada cargada de desdén.

Las tres son chicas de buena cuna, y visten elegantes sedas bordadas debajo de los

largos delantales de laboratorio.

—Lo siento. He tenido un problema… con unos lupinos…

Un murmullo de alarma recorre la sala y las estudiantes abandonan sus tareas para

mirarme. No hay estudiantes celtas, ni elfos, ni elfhollen. Las mujeres gardnerianas

dominan el mundo de la farmacia, en especial las que tienen poderes.

—Me da igual —espeta la chica interrumpiendo mi explicación—. Me da igual

que te persiga un ejército entero de lupinos. La profesora Lorel espera que llegues

puntual. Como castigo te quedarás después de clase a limpiar todos los alambiques.

Me mira enfadada. Sus ojos me suenan.

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