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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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Emilio María Terán<br />

obligan a los hombres a destrozar el seno de la tierra; sus extendidos bosques contienen<br />

variedad infinita de maderas propias para la construcción, o suministran las más útiles<br />

gomas y resinas; un pueblo inmenso de animales y de hermosas aves dan vida a sus<br />

espesas selvas y sus llanos, todo es grande, todo espontáneo. Pero todos estos elementos<br />

de prosperidad se encuentran en su estado de naturaleza, porque la mano del hombre<br />

nada hace para aprovecharse de ellos. Si el espíritu de empresa se despertara entre<br />

nosotros; si el Gobierno impulsara y protegiera la industria; si entre nuestros pueblos se<br />

abrieran las necesarias vías de comunicación, rompiendo fáciles caminos y navegando<br />

nuestros ríos, el Ecuador llegaría a ser bien pronto una nación preponderante bajo<br />

todos aspectos. Esto sucederá algún día, cuando nuestro desgraciado carácter se corrija y<br />

aprenda a servirse de tantos y tan variados elementos de grandeza.<br />

¿Qué viajero no ha encarecido nuestras regiones? ¿Qué huésped europeo no ha<br />

columbrado los tesoros que encierrancomo museo de la fecunda actividad Creadora?<br />

Si la feracidad de nuestro territorio es un don casi común para todo él, tenemos<br />

ciertas secciones donde se ostenta la naturaleza con primorosa abundancia, como<br />

convidando a una mano diligente y laboriosa los tesoros que encierra vírgenes aún a la<br />

actividad humana: tales son nuestra provincia de Esmeraldas y nuestra región oriental.<br />

La primera, que tanto ha preocupado a nuestros gobiernos desde la Real Audiencia<br />

hasta el que hoy rige los destinos de la patria, a tantos sabios como Maldonado y Wolf,<br />

y a tantos ricos como nuestros acreedores británicos, ha podido ser ya la realidad de una<br />

esperanza, o mejor dicho, el porvenir de la república.<br />

Esta provincia, bañada por el Mira, el Santiago, el Cayapas, el Bogotá, el Verde, el<br />

Esmeraldas y otros muchos tributarios de los ríos caudalosos que acabamos de enumerar,<br />

manifiesta que su riqueza corre abundante por entre las sombras de sus selvas puntorescas.<br />

Con justicia se ha dicho que, una vez abierto el camino de veinte leguas y ochenta<br />

y un cuadras que dista de la plaza de Ibarra al Pailón, nuestra provincia de Imbabura<br />

podría tenerse como litoral.<br />

He nombrado al Pailón, del cual nuestro historiador ambateño don Pedro Fermín<br />

Cevallos, apoyándose en los estudios científicos del sabio Wolf, afirma con justicia, que<br />

“las tierras de sus contornos produce cuanto se siembra”; apología tan verídica como que<br />

no puede aplicarse sino a determinados puntos de la América del Sur: oro, mucho oro,<br />

metales y cacao, peces y otros numerosos mariscos, el algodón, el arroz, la caña, el café<br />

y el tabaco, ¿cómo no debían despertar la codicia extranjera?<br />

El territorio de la provincia de Esmeraldas se halla cubierto casi en su totalidad de<br />

riquísimas selvas, en cuyo seno abundan las excelentes maderas, la paja toquilla, la<br />

vainilla, las quinas, el añil, el caucho, el sándalo, el gálbano, la ceiba, la paja de mocora,<br />

las abejas y cuánto producto puede esperar de la naturaleza la labor humana. Dicha<br />

provincia se halla colocada en la región húmeda de las montañas bajas y de la Costa, sin<br />

que la aridez o la esterilidad hayan menoscabado el mérito agrario de ella.

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