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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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Emilio María Terán<br />

dinero efectivo metálico, el valor de nuestras tierras y demás para tornar a nuestro país,<br />

en caso de no querer seguir en aquella república.<br />

Admitido que fui, se me dieron dos pagas en Madrid, de gratificación, por uno de los<br />

comisarios, con el visto bueno del general, a 29 o 30 días, se me dio la orden de salir con<br />

ciento y pico de hombres, y algunos otros oficiales para los depósitos.<br />

Los soldados que se enganchabaneran, en su mayor parte, del ejército español, aún no<br />

cumplidos. Pero sin embargo, el Gobierno les daba sus licencias, por ir a la expedición,<br />

viniéndoles éstas desde el Ministerio, no a los soldados sino al general Flores.<br />

A los soldados se les daba en Madrid u otros puntos donde se alistaban, pues que<br />

en muchas partes de la Península se levantaba bandera para la expedición. Se les daba,<br />

repito: cien reales al alistarse, otros cien al llegar a los depósitos de Orduña y Durango;<br />

cien a la llegada a Santander, para el embarque. Una peseta diaria desde su alistamiento,<br />

y diez fanegas de tierra, con yunta de bueyes, dos vacas y demás aperos de labranza, que<br />

debía dárseles al cumplir los cinco años, porque se alistaban para la república, en caso<br />

de no querer seguir en la milicia.<br />

Salimos de Madrid con pasaporte del capitán general de aquella corte, dándonos<br />

alojamiento y bagajes como les confiere la ordenanza al ejército español.<br />

Llegamos a Victoria, donde fueron destinados los soldados, y algunos otros oficiales<br />

a Orduña y Durango, que era donde había ya [unos]600 hombres en ambos depósitos.<br />

El que suscribe se quedó en Vitoria, [a órdenes] del jefe del estado mayor del general,<br />

y de la del jefe del batallón No. 2, al que se me destinó. Allí se me dio otra paga de<br />

gratificaciones por llegar a los depósitos [igual que] a los demás. Corriendo ya la que me<br />

pertenecía desde que pasé revista de Comisario a nuestra salida de Madrid.<br />

En Vitoria se me confirió el encargo de conducir zapatos y chaquetas para el Batallón<br />

No. 2 y la Caballería que estaba en Orduña. Salí para el expresado punto con seis<br />

caballerías cargadas y me incorporé al Batallón.<br />

A los pocos días pasamos revista de comisario, y al otro día se me dio orden de ir a<br />

cobrar a Bilbao, por el jefe del cuerpo, 47.000 reales para el Batallón y 20 y tantos mil<br />

para los escuadrones de guías del general Flores, que también estaba en Orduña.<br />

Seguí en Orduña a donde nos llegaban pelotones todos los días, en ejercicio diario de<br />

evoluciones y maniobras. Pocos días antes de salir para Santander, se nos dio por orden<br />

la venida del general. El día designado salimos formados al son de cajas y cornetas,<br />

batiendo marcha a la avenida de Bilbao. Se presentó el expresado general, y después de<br />

muchos vivas y aclamaciones a [las] que correspondía desde su coche, llevando su estado<br />

mayor a caballo a las portezuelas, se hospedó en una casa destinada al objeto; salió a<br />

los balcones, y desfiló la tropa por su frente, al son de la charanga, siempre con vivas y<br />

aclamaciones.<br />

[Fue visitado] por toda la oficialidad, y después de habernos dirigido halagüeñas<br />

palabras y promesas, se le dio una gran comida, a la que asistieron uno por cada clase<br />

de oficiales.<br />

Salimos para Santander, donde según nos manifestó el general, debíamos embarcarnos<br />

en los vapores Monarca, Neptuno y Glenel, que al efecto había comprado en Londres,

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