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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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454<br />

Emilio María Terán<br />

nacional, porque cuando dejasteis la presidencia lo teníamos para dar y prestar. Todo<br />

lo que dices lo deseamos y ambicionamos ciegamente, pero no creemos, como vos, que<br />

en el mercado de Londres pueda el Ecuador comprar esos beneficios a precio de nuestra<br />

ruina.<br />

“Abrigo la convicción de que la causa principal de los males que han afligido a<br />

algunas repúblicas hispanoamericanas ha sido la ruina de su crédito público. ”He<br />

aquí una verdad no replicable; sólo que era necesario advertirle a Flores que, entre<br />

las desgraciadas repúblicas sudamericanas, ninguna como la del Ecuador: la esperanza<br />

de nuestra primera edad política vaga errante y justiciera por entre las sombras de las<br />

montañas de Berruecos. Las apologías al padre y fundador de la república que tanto daño<br />

causó, son la carcajada burlesca de nuestro adverso destino que ahoga la voz de la justicia<br />

y los derechos de la verdad: la Esmeralda será el monumento de la perversión y la ruindad<br />

de los rufianes de tono, así como los bonos de nuestra deuda externa el testimonio público<br />

de la venalidad de los unos, de la impudicia perdurable de los más. Estas son las cosas<br />

que han arruinado el crédito del Ecuador, no su pobreza, ni sus reclamaciones. “Los que<br />

han arruinado su crédito –continúa Flores, hablando de la república– pueden exclamar<br />

con Séneca: ‘hemos perdido moral y justicia, honra, piedad y fe’”. Cierto. La moral<br />

social y política perdió el Ecuador, desde que su primer presidente dejó corrompida la<br />

virtud pública de la nación; la justicia también la perdimos desde que Flores, después de<br />

su fracasada expedición de España, volvió al seno de los ecuatorianos traída por García<br />

Moreno, como para abofetear con la presencia de aquél a la autonomía americana;<br />

honra; la hemos lavado hasta aquí con la sangre derramada en más de 40 combates,<br />

desde las calles de Guayaquil y Quito hasta las de Cuenca, donde la rehabilitación de<br />

los derechos de la patria acaba de dar su último golpe contra las postrimerías del crimen<br />

y los malhechores. Piedad, la hemos ejercido, generosa e ilimitadamente, a despecho de<br />

la política de ayer. La fe en el mañana es la única antorcha que, puesta en manos del<br />

patriotismo, del valor y del sacrificio, ilumina la senda por la cual el pueblo ecuatoriano<br />

va a consolidar sus aspiraciones y la realidad de sus esperanzas.<br />

“Un Estado que quiere tener crédito –dijo el Barón Luis– debe pagar hasta sus<br />

necedades”. Si así fuera, el Ecuador sería la nación más digna de crédito; es la que más<br />

ha pagado las necedades de sus mandatarios.<br />

“De acuerdo con estas palabras –el Ministro de Hacienda venezolano Cadenas<br />

Delgado, decía en el Parlamento de su patria no hace muchos años– pague Venezuela<br />

sus culpas: pague Venezuela sus locuras: pague Venezuela sus crímenes”. Culpas, locuras<br />

y crímenes han sido realmente la historia de la mayor parte de nuestros gobiernos, no<br />

la del pueblo que harto ha hecho con pagar culpas ajenas, locuras de unos pocos, y<br />

crímenes de sus mandatarios. ¿A qué aludía el señor Flores con su reticencia?<br />

“Los actos que vulneran la justicia tienen en materia de crédito público su sanción<br />

inmediata e inevitable. El alto interés es la multa que se paga por el descrédito”. La<br />

primera parte entraña un principio de moral más absoluto de lo que supone Flores: no<br />

sólo este fenómeno social se opera en materia de crédito público, sino también en todas<br />

las diversas relaciones de los hechos humanos con la ley natural. Los ruinosos actos que

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