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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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486<br />

Emilio María Terán<br />

sucedida en el Ecuador, el que sus gobernantes le hayan sacrificado. El ministro Núñez,<br />

igualmente satisfecho de la obra de su Gobierno, dice en su informe al mismo Congreso<br />

de 1892:<br />

Después de larga, prolija y paciente labor, en que se ha puesto a tributo la constancia<br />

incontrastable y [ecuánime] del más retemplado patriotismo, así como el celo que el<br />

republicanismo más suspicaz e intransigente podrá exigir, se consiguió que los tenedores<br />

de bonos aceptaran, lisa y llanamente, la ley de 21 de agosto de 1890, en la que se<br />

registra el convenio aprobado por la Legislatura. [...] La aurora de un venturoso mañana<br />

queda dibujada y tiñe ya el horizonte de la honra patria con sus más ricos colores.<br />

[...]<br />

La piedra angular queda sólidamente asentada; incumbe, a la administración<br />

constitucional que sucede el seguir levantando el edificio del [progreso] nacional sobre<br />

las bases del crédito restablecido, y sostenerlo, conservarlo, vigorizarlo y ensancharlo,<br />

sin desviaciones.<br />

Valiente apología de nuestra ruina. A no haber sido engañado el doctor Núñez por<br />

las hábiles finanzas del señor Flores, lejos de entonar el ¡Hosanna! [se] habría convertido<br />

en el Jeremías de la crisis de nuestro tesoro. Núñez es honrado a carta cabal: pudo<br />

errar mil veces como ha errado ciento, pero su voluntad y su conciencia se hallan muy<br />

limpias. Me consta, señor general, que a no ser por Núñez el erario público habría estado<br />

bordón a la mano y esclavina al cuello, mendigando, aun para lo preciso, a las puertas<br />

de la riqueza individual: “Doctor Núñez, tanto para esto, envié tanto para otra parte,<br />

autorice usted a Caamaño para tal cosa, invierta usted esto en tal obra de mi país, mi<br />

pobre Cuenca, señor ministro...”. “No hay cómo...; ¿qué ley me autoriza?.. No se puede,<br />

señor”.<br />

Y en efecto que no se podía y no se hacía todo a la astucia presidencial. Me consta<br />

y le hago justicia al doctor Núñez. Cordero no le exigía más, pero ¿quién escapaba de<br />

la suspicacia y alegaciones de Flores?. Con el ex Presidente, ni San Francisco de Asís<br />

habría puesto sus pies en los altares del catolicismo: dicen que el demonio es sabio y<br />

tentador hasta lo más.<br />

No dejaré pasar desapercibida otra parte del mensaje del presidente Flores quien,<br />

recomendando uno de los grandes hechos de su administración, da cuenta de haberse<br />

pagado el crédito de Murrieta con fondos; dice “que no podíamos disponer sin el<br />

consentimiento del Consejo de Tenedores de Bonos”. Por lo visto Flores y Murrieta eran<br />

lo mismo y éste pensaba con la cabeza de aquél, o Flores mandaba en Murrieta. No era<br />

que “no podíamos” disponer de esos fondos, como lo he demostrado con documentos<br />

auténticos, sino que Murrieta, el amigo de Flores, los retuvo y no hubo poder humano<br />

que le pusiese al ex Comisionado Fiscal en la senda del bien hacer; Flores no sólo excusa<br />

sino que justifica con esto la conducta de su favorecido.

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