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ESTUDIO INTRODUCTORIO

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80<br />

Eloy Alfaro<br />

Los acusados se presentan ante el Congreso de 1826 y hacen su defensa de la manera<br />

más satisfactoria: en su extenso memorial aluden incidentalmente a un señor Mocatta,<br />

probablemente el mismo sujeto que se presentó en el Ecuador comisionado de los<br />

tenedores de bonos y que inició los enredos gordianos de la deuda exterior ecuatoriana.<br />

Copiamos las líneas en que vemos estampado el apellido del diabólico congénere del<br />

autor de Isidorito; dicen los señores Arruba y Montoya:<br />

No h[ace] mucho tiempo que entró a la Bolsa Mr. Mocatta, también jugador que<br />

pasaba por mucho más rico que estos señores (los acusadores B. y G.) con una fortuna<br />

de 1’500.000 pesos; salió debiendo 1’000.000, lo que hace una pérdida total de<br />

2’500.000 pesos. Parece escandaloso e increíble una pérdida de esta naturaleza, y a<br />

esta clase de peligros están siempre expuestos los jugadores, por ricos y poderosos que<br />

sean. 46<br />

El especulador tramoyista extranjero ha tenido algunos imitadores ecuatorianos, por<br />

desgracia; pero prosigamos en nuestra narración histórica de la gran deuda ultramarina,<br />

consignando los datos que, por el momento, nos ha sido dable conseguir.<br />

El 19 de abril de 1826, Santander dirigió un mensaje al Congreso, informándole<br />

del estado ruinoso del Departamento de Hacienda, y en mayo expidió un decreto<br />

prorrogando o llamando a sesiones extraordinarias al Cuerpo Legislativo, para que se<br />

ocupase exclusivamente de la situación económica del país. 47<br />

En fin, llegó la época aciaga de 1830 en que ocurrió el fraccionamiento de la Gran<br />

Colombia, formándose de sus giros las republiquitas de Venezuela, Nueva Granada y<br />

46 Subrayado del autor.<br />

47 E. M. Terán, Deuda externa: “A la relación que precede, tócame agregar únicamente que El Libertador,<br />

con el fin de pagar los auxilios que hubo recibido de los ingleses para la expedición de los Cayos, envió<br />

a Londres al vicepresidente Zea, autorizándole para que levantase un empréstito, el cual se llevó a<br />

cabo con el 6% de interés sobre un capital no efectivo, y al 80% de emisión, que puesta en venta<br />

obtuvo el 84%; resultando, desde aquí, una utilidad que luego-luego debía ser pingüe e interminable.<br />

Dije que el capital constitutivo del empréstito era nominal porque Zea, en cuenta de aquél, tuvo la<br />

ligereza de recibir como sonante los mismos valores dados por él a presuntos acreedores de Colombia,<br />

que no llegaron jamás a presentar los documentos justificativos de sus haberes.<br />

Si bien la convención de Cúcuta desaprobó las gestiones de Zea, en Londres, más tarde, por resolución<br />

del 22 de mayo de 1826, reconoció Colombia como deuda nacional los 2’000.000 contratados por ese<br />

personaje que, a través de estos sucesos, su memoria honrará siempre a la Gran república; el ocaso de<br />

la vida de Zea fue siempre lleno de sombra; pero tuvo virtudes que le redimen de ella y que exijan la<br />

indulgencia de sus compatriotas.<br />

Agregaré también que los materiales de guerra a los que alude el señor general Alfaro, consistieron<br />

en las fragatas Colombia y Cundinamarca, la corbeta Bolívar, el bergantín Independencia, el navío<br />

Libertador, y en doce cañoneras; de todo lo cual ningún provecho reportó Colombia, debido a la<br />

mala calidad de esos efectos y al fabuloso precio que estipularon nuestros comisionados. El bergantín<br />

Independencia, por ejemplo, nos representaba US $ 48.000 y, a los cinco años de comprado, fue<br />

vendido en US $ 2.661; el navío Libertador pasó a otro dueño por US $ 4.563, siendo así que el valor<br />

por el cual se nos lo envió era de 80.000, dignos de mejor inversión”.

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